BILBAO
Hay pájaros de todos los pelajes. Uno se llamó Pedro Urraca Rendueles. Era de naturaleza pucelana. Llegó al mundo en Valladolid el 22 de enero de 1904. Fue un agente de la ley republicano traidor que mudó el plumaje en el bando franquista. Murió no hace tanto: el 14 de septiembre de 1989 en Madrid. Llegó a tener altas responsabilidades en la Policía del Estado totalitarista de Francisco Franco. El castellano se encargó de investigar en el exilio a las principales autoridades democráticas de la Segunda República española como el presidente Manuel Azaña y también, entre muchos otros, al lehendakari Aguirre o presuntos miembros de ETA. Era frase suya, de sus apuntes: "Los vascos, por naturaleza, son cobardes".
La editorial RBA acaba de poner a la venta una biografía que abunda en la poco conocida trayectoria de este agente fascista. El libro vio la luz en diciembre de 2011 en versión catalana. Con ella, la periodista Gemma Aguilera (Sant Boi de Llobregat, 1979) logró el premio Joan Fuster de ensayo. Ahora llega a las librerías en castellano.
El título es Agente 447, el hombre que detuvo a Lluís Companys, número secreto de Pedro Urraca. "Para Urraca, catalanes y vascos en el exilio francés fueron su obsesión, y en sus dietarios personales hace diversas referencias sobre ello", enfatiza Aguilera, quien junto al político de CiU Pere Macías ha escrito también La gran bacanal, tomo que analiza el supuesto despilfarro de dinero invertido en el Estado español en la última década en infraestructuras sin viabilidad económica ni social.
En su obra, la licenciada demuestra con los propios documentos cedidos por el hijo de Urraca, -quien reniega de su padre- que el franquista "tiene una historia bastante bestia porque, para empezar, fue un policía republicano que se pasó de bando porque sus ambiciones eran el reconocimiento y se adaptó a lo que fuera".
Por ello, fue lo que la autora denomina un "criminal protegido", un espía a sueldo del franquismo que dirigió parte de la represión exterior de republicanos, comunistas y, finalmente, miembros de ETA. En su hoja de servicios aparece que en agosto de 1940, detuvo en Irun e interrogó a Lluís Companys, presidente de la Generalitat de Catalunya que sería asesinado días más tarde. Los dietarios personales, así como la documentación y el archivo fotográfico que dejó, han permitido a la periodista reconstruir la vida de un "personaje funesto del que hasta hace poco no se sabía prácticamente nada", anuncia la editorial RBA. Trabajó en colaboración con la Gestapo y el régimen de Vichy.
Urraca también espió al lehendakari José Antonio Aguirre o a presuntos militantes de ETA. "Es curioso que en 1941, Urraca hace un informe asegurando que había 'limpiado' Francia de catalanes y vascos, cosa que no fue cierta", subraya Aguilera. Durante su labor en París, trabajó desde los locales de la sede del PNV en la Avenida Marceau incautados por el franquismo pasando a ser embajada española. Más adelante cuando los españoles "tuvieron que huir de la Francia liberada" el partido jeltzale pudo recuperar el inmueble y allí halló documentación dejada por los franquistas y que hoy reposan en GOAZ Museum, de la Fundación Sabino Arana, en Bilbao. A la capital vizcaina se acercó Aguilera a estudiar estos documentos. "En el Museo del Nacionalismo Vasco me facilitaron mucho el trabajo", agradece.
El siguiente vuelo de Urraca tras la supuesta limpieza de vascos y catalanes, fue a Bélgica. Desde Amberes redactó las fichas de presuntos miembros de ETA. "Él nunca les llama en sus documentos ni etarras ni terroristas, sino activistas o separatistas. En realidad, nunca tuvo una ideología, pero su obsesión era ser reconocido por el régimen franquista", concluye la escritora catalana del semanario El Temps.
El agente acabó robando a la embajada española en Bélgica y se retiró a los 82 años. Y con todo, "cobró de la democracia entre 1976 y 1982 por su actividad en Bruselas, por los informes sobre presuntos miembros de ETA que luego ninguno de ellos tuvo relevancia. Acabaron quitándole la pensión y él aseguró no comprenderlo con todo lo que había hecho por España y en la represión contra ETA y pidió que se le devolviera la ayuda". Así las cosas, continuaría robando "allí donde iba". Urraca murió en Madrid.