Barcelona. O apoyo a la consulta y al derecho a decidir en Catalunya, o renuncia a representar al PSC. Esa es la dicotomía que, a día de hoy, tiene sobre la mesa la exministra de Defensa, Carme Chacón, toda vez que no asumió la decisión de los socialistas catalanes de votar a favor de la reclamación al Estado para que permita al pueblo catalán pronunciarse sobre su futuro. Si Chacón no asume públicamente ese postulado, no volverá a encabezar ni a entrar en las listas del PSC al Congreso. Así de claro se lo expuso ayer el primer secretario del PSC, Pere Navarro, quien argumentó que "es evidente que el candidato que debamos elegir cuando toque tiene que aceptar y defender el programa electoral del PSC y nosotros estamos comprometidos con la defensa del derecho a decidir en una consulta como principio democrático". Navarro desconoce "el objetivo" de la exministra con la postura que adoptó, aunque sí subrayó que "el objetivo del PSC no es liderar el PSOE", de manera que circunscribe la actitud de Chacón a una "cuestión personal".

Este pronunciamiento enturbia el futuro político inmediato de Chacón (aunque solo en caso de elecciones anticipadas), pero lo que es peor, profundiza más en la fractura abierta desde el martes entre el PSOE y el PSC. Nadie duda de que Chacón sería repescada por el PSOE (aunque no quiso votar en contra de sus compañeros catalanes el pasado martes), pero, a día de hoy, nadie puede tampoco afirmar que una ruptura definitiva entre socialistas españoles y catalanes no sea más que posible.

Objetivos Al respecto, Navarro tira un poco más de la cuerda y anunció también ayer que, en la negociación del nuevo protocolo de relaciones bilaterales, pedirá que su partido vuelva a estar presente en la dirección del grupo socialista en el Congreso, tras la dimisión de José Zaragoza como secretario general adjunto, quien rompió la disciplina de voto el pasado martes junto a sus compañeros del PSC.

Esa polémica votación, cuando los socialistas catalanes se desmarcaron del PSOE en el Congreso por primera vez en 35 años, ha servido también para acelerar la respuesta a una demanda que Navarro puso encima de la mesa nada más hacerse con las riendas del PSC: un nuevo protocolo de relación entre los dos "partidos hermanos". El derecho a decidir ha sido la excusa, pero el problema es de fondo. Entre las condiciones marcadas por Navarro se especifica que el nuevo texto debe contemplar dos aspectos clave para tener la firma del PSC: que este partido vuelva a tener, como en los últimos 35 años, un dirigente que le represente en la dirección del grupo socialista en el Congreso y que se le reconozca el voto autónomo en las cuestiones catalanas.

Esta última reclamación está sobre la mesa de Rubalcaba desde hace más de un año, cuando Navarro se comprometió a conseguir la llamada "voz propia" del PSC en el Congreso. Ante la falta de respuesta del PSOE, el PSC ejerció ese "voto autónomo" antes de que se lo reconociera el PSOE.