ESTA semana ha dado para mucho, queridos y queridas lectoras. Ha sido de las interesantes por la variedad de temas que nos ha permitido alejarnos un poquito del monotema de la corrupción en el PP.

Pero algo me tendré que meter con ese partido, pues día que pasa día que salen datos más alarmantes todavía. Las cuentas en Suiza del secretario que ganaba honradamente su dinero, los viajes exclusivos pagados no se sabe por quién, la ministra que se confunde en siete años en su fecha de divorcio para achacar a la otra parte los pagos millonarios de payasos, fiestas infantiles y vacaciones, el marido imputado en otro sonoro caso de corrupción con nómina en el partido probablemente por saber mucho, el presidente que con toda la cara del mundo afirma que "algunas de las cosas sí son verdad" sin aclararlas? Una larga lista que, tememos, se irá ampliando próximamente.

Lo triste y lamentable es que, por mucho que nuestro cabreo vaya aumentando con toda la razón del mundo, esas presuntas corruptas y corruptos no van a cambiar y menos dimitir devolviendo el dinero. Lo del PP no tiene nombre.

El Papa nos ha anunciado que se va. Dice que libremente. Y hace bien si piensa que no puede cumplir con sus obligaciones. Su papado no pasará precisamente a la historia del respeto a la libertad de pensamiento en la Iglesia ni a la adaptación a los tiempos que exigen la mayoría de los católicos y católicas. Lo más gracioso es que nos quitara la mula y el buey de los belenes.

Atención, que Rouco Varela y Cañizares, los de la unidad de España como bien moral o la frivolización de los abusos sexuales a menores con el argumento del aborto, están teóricamente entre los elegibles. Horror.

Y lo mejor. La pitada al rey de los españoles. La hinchada de la final de baloncesto seguramente no recordaba el gesto despectivo de ese señor, que, el 21 de junio de 2004 en su visita a las obras de la Catedral de Santa María de Gasteiz, levantó el dedo medio de la mano en un gesto despectivo y obsceno contra personas que le mostraban su rechazo y ejercían su derecho de expresión.

Que los opinadores del régimen lleven toda la semana culpando de todo, una vez más, al nacionalismo no es nuevo. Que amenacen con preparar leyes contra los que tenemos otras banderas e himnos, tampoco. Lo que sí sería deseable y novedoso es que se fijaran en el historial del elegido por Franco, en su nunca explicado enriquecimiento y en el cada vez más enmarañado lío familiar de corrupciones varias que parecen alcanzar más allá del yerno y la hija.

El único que me dio pena fue el lehendakari, Iñigo Urkullu, que tuvo que aguantarlo.