A nadie extraña que la argumentación del Partido Popular y la de los más ilustres colectivos de apoyo a las víctimas del terrorismo hayan sido coincidentes en el rechazo al nombramiento de Jonan Fernández al frente de la Secretaría de Paz y Convivencia: no le aceptamos porque legitima la teoría del conflicto.

Una vez más, por si a alguien le quedase alguna duda, puede comprobarse que las AVT, Covites, FVT y demás facciones supuestamente gestoras del dolor de las víctimas fueron creadas como apéndices del PP, y en ello siguen. Algún día habrá que investigar cómo, quiénes, para qué y con qué apoyos financieros entraron en la escena pública todos estos colectivos, para servir de ariete al ala más ultra de la derecha española no solo antiterrorista, faltaría más, sino visceralmente antinacionalista; vasca, por supuesto.

Si la legitimación de la teoría del conflicto es el pretexto para abominar del secretario de Paz y Convivencia, para romper las relaciones con el Gobierno vasco y hasta para renunciar a la subvención, está claro que los citados colectivos están pretendiendo marcar con el paso de la oca el camino que debe seguir el PP vasco. Su gesto, el rechazo provocador de quien comete el delito nefando de legitimar la teoría del conflicto, es una advertencia a los de Basagoiti, a estos advenedizos del PP-POP vasco, para que ni se les ocurra participar en ni una sola de las iniciativas que vaya a proponer esa deleznable Secretaría creada por el lehendakari proetarra Urkullu. Y ya veremos en qué para la consigna. De momento, tiene mala pinta.

Uno puede entender, desfigurado por el pertinente barrizal mediático, que el efímero pasado consistorial del secretario de Paz y Convivencia pueda turbar a algún pusilánime desinformado y que desde el sectarismo interesado y la mala leche se le niegue la evidencia de décadas de evolución personal e ideológica. Pero no es de recibo plantear como barrera infranqueable y como pretexto para la exclusión la mera discrepancia en la interpretación del acontecer histórico de Euskal Herria.

El Partido Popular, sus colectivos acólitos y su más directo competidor en las intransigencias antinacionalistas, UPyD, tienen que reconocer que la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país admite sin problemas que lo sucedido en las últimas décadas tiene su origen en un conflicto histórico aún sin resolver y que viene de mucho más lejos. Y ello, sin mantener una posición política concreta. Por supuesto, la irrupción del terrorismo ha distorsionado violentamente las diferentes propuestas de solución de ese conflicto basadas en el principio de que el pueblo vasco es sujeto de derechos y tiene una identidad política propia. En base a esa distorsión, los defensores ultramontanos de la España Una e Indivisible metieron en el mismo saco terrorista a esos colectivos sociológicos, culturales y políticos y arremetieron contra ellos reafirmándose así en la perpetuación del conflicto. Un conflicto, por cierto, que niegan con una inmensa falta de rigor histórico en el empeño de reducirlo a puro ejercicio de terrorismo.

Una vez más, los colectivos creados como arietes antinacionalistas por la derecha más extrema del PP han manifestado su empeño por marcar las líneas políticas a seguir. Y lo han hecho, como siempre, tras el escudo de las víctimas del terrorismo a las que ninguna persona de bien -y menos si se trata de políticos- puede contrariar. Ya es hora de que los dirigentes de esos colectivos asuman que, con el mayor respeto a sus representados, se puede discrepar de sus estrategias políticas sin pedir perdón por ello. Que no es cierto eso de que las víctimas -o sea, ellos, sus dirigentes- tengan siempre la razón como se ha dicho en más de un discurso grandilocuente. Es importante tener en cuenta que los colectivos aquí aludidos representan lo que representan, porque la Fundación Fernando Buesa, por poner un ejemplo, ha saludado el nombramiento del secretario de Paz y Convivencia con muy distinto talante.

Señoras y señores de la AVT, Covite, FTV, PP y UPyD, somos muchos, la mayoría, los que creemos que entre Euskal Herria y España o Francia existe un conflicto. Que la solución de ese conflicto pasa por el reconocimiento del derecho a decidir y la posibilidad de constituir un Estado propio. Que la defensa de esas reivindicaciones debe respetar escrupulosamente las reglas pacíficas y democráticas. Que para lograr la paz duradera y la verdadera convivencia es imprescindible reconocer que ese conflicto existe.

Basar el rechazo ostentoso del nombramiento de Jonan Fernández en que el nombrado "legitima la teoría del conflicto" es un alarde de intransigencia fruto de la ignorancia histórica, jurídica y cultural, es pura declaración de intenciones ideológicas que no llevan más allá del bloqueo. Queden al margen, si así lo proclaman, pero este pueblo no va a ceder en el empeño por asentar definitivamente la paz y consolidar los espacios de convivencia.