Éste es el lugar

Admito que no compartía la expectativa que, al parecer, algunos habían creado en torno al debate de investidura. Ni los precedentes -ya llevamos unos cuantos con los que comparar- ni la coyuntura -todo está por hacer y sólo podrá hacerse después de mucho diálogo, mínimos comunes denominadores y el valor de asumir un papel en el futuro inmediato del país- me parecían los propicios para asistir a una cascada de soluciones explícitas a los problemas del momento. Quizá quienes echen eso en falta deberían preguntarse si cabía crear esa expectativa.

Tampoco acabo de entender algunos reproches a la retórica ajena inmediatamente antes de aplaudir la propia. Hubo retórica ayer en el Parlamento. No recuerdo ninguna intervención de las ayer acontecidas que huyera de ella. No me parece tampoco un problema excesivo, aunque sea una pérdida de tiempo.

Por entrar en el meollo diré que Laura Mintegi estuvo en su papel. Aprovechó la tribuna para reivindicar a EH Bildu como fuerza política con un papel que cumplir. Pero no vi entre sus reflexiones aportación adicional que justificara su presencia en el atril. No más justificada de lo que hubieran estado las de Patxi López, Antonio Basagoiti o Gorka Maneiro, referentes de otras fuerzas que también tienen un papel que cumplir y que, al igual que Mintegi, carecían de la menor opción de ser investidos. De modo que, puestos a elegir espacios de escenificación política, el pleno de ayer pudo haber durado hasta cuatro horas y media más, con las intervenciones de otros tres no candidatos a lehendakari sin que se hubiera ganado nada en términos prácticos.

Encontré a Iñigo Urkullu especialmente exquisito. Sé que algunos esperaban quizá que girara facturas al gobierno socialista, que diese un par o tres de puñetazos en el atril. Es probable que la legislatura dé de sí para esos ejercicios y alguno más, pero creo que ayer no era el día. Ayer era día de ratificar prioridades y en su discurso estuvo la situación económica en primer lugar, el consenso social que supere el pasado de dolor y asiente un futuro de convivencia y la formulación de un estatus político legal que acoja la realidad social del país.

Es cierto que no hubo grandes novedades al respecto de estos extremos, que deben ser el fundamento de la acción de gobierno de esta legislatura y que merecen horas de debate y negociación que sustente una acción colectiva e interinstitucional. Nada que se pueda dejar resuelto en hora y media de exposición. Pero el próximo lehendakari hizo una referencia reiterada y consistente a este Parlamento sin exclusiones como el crisol de esa química que debe poner en movimiento el país. Este es el lugar. Sin milagros; sin excusas. Y todos los aquí representados, impelidos a asumir un papel activo.

Iritzia

Iñaki González