Boston. El sueño de Mitt Romney de ocupar la presidencia de Estados Unidos quedó hecho trizas el martes. El candidato republicano había anunciado horas antes que solo tenía un discurso para la noche electoral, el de la victoria. El texto tenía 1.118 palabras. "Hasta ahora solo escribí un discurso", había manifestado antes de subirse al avión que le llevaría a Boston, donde conoció los resultados. Este hecho evidenciaba la confianza que tenían los republicanos en lograr una victoria, en vista del empate técnico que mostraban los sondeos y la disputada carrera en varios estados "bisagra".
Sin embargo, Romney puso el broche final a sus aspiraciones de llegar a la Casa Blanca con un mensaje breve y emotivo. "Estos son momentos de grandes retos para Estados Unidos y rezo para que el presidente tenga éxito guiando a nuestra nación", declaró ante miles de partidarios en el cuartel general de su campaña en Boston, momentos después de llamar al mandatario para felicitarle por su reelección. El candidato republicano hizo un esfuerzo por no perder la sonrisa tras una noche decepcionante. "La elección ha terminado. El país se encuentra en un momento crítico, no podemos permitirnos continuar las riñas políticas", afirmó.
Por ello pidió que los dirigentes políticos y los ciudadanos "estén a la altura" para buscar la unidad del país, y que demócratas y republicanos, junto con todos los niveles de la administración, "pongan al pueblo por encima de la política". Romney no hablaba en balde. Los republicanos han logrado retener la mayoría en la Cámara de Representantes que consiguieron en las pasadas elecciones de 2010. Desde entonces, han hecho todo lo posible para entorpecer la agenda del mandatario Obama, provocando un grave estancamiento político.
Y si los republicanos han ganado de nuevo la Cámara de Representantes, los demócratas han logrado mantenerse como la principal fuerza en el Senado. Por lo que la situación sigue siendo la misma tras las elecciones presidenciales y legislativas del martes. Eso representa una gran complicación para el mandatario, que tiene como reto inmediato lograr un consenso en el Congreso antes del 1 de enero para elevar el techo de endeudamiento. Si esto no ocurriese, entrarían en vigor de forma automática una serie de recortes de gasto público y de subidas de impuestos para reducir el déficit que pueden provocar una recaída de la ya débil economía. Por su parte, Wall Street recibió la victoria de Obama con una caída de más de un 2%.
De la euforia a la decepción Para el candidato republicano, la derrota es tanto o más amarga al haber creído hasta el final que la victoria era posible. Impulsado por su triunfo en las elecciones legislativas de 2010 -que debió en parte a la irrupción del Tea Party- y entusiasmado ante la posible victoria, el equipo republicano planeaba desde hacía semanas el ingreso en la Casa Blanca, sostenía encuentros con personalidades relevantes, ideaba borradores de ley. Ahora no queda más que enfrentar la dura noticia al despertar de aquel sueño: no habrá gobierno de Willard Mitt Romney. No será así ni en los próximos cuatro años ni probablemente nunca.
La visión que presentó el político para el futuro del país podría pasar más bien a ser una nota al pie en los libros de historia. El exgobernador de Massachusetts trabajó incansablemente durante siete años con un único objetivo: ser el hombre más poderoso del mundo. En 2008 fracasó en las primarias republicanas. Pero aprendió de la derrota, y en el segundo intento no dio oportunidad a algunos competidores con menos talento al interior de las filas de su propio partido. Y este año, en el duelo decisivo contra el actual mandatario demócrata, dio a muchos una gran sorpresa: pasó de su tibia sonrisa a mostrarse como un verdadero contrincante, como un político que merecía medirse con quien había ocupado la presidencia durante los últimos cuatro años.
Su campaña incluso se vio impulsada por la mala situación económica que atravesaba el país, los niveles de popularidad más bien bajos de los que gozaba Obama y los problemas en materia de política exterior del Gobierno. Pero entonces, ¿Por qué cayó en estas elecciones? Es posible que el Grand Old Party le eche toda la culpa a su candidato y le ponga la etiqueta de gran fracaso. De hecho, muchos conservadores nunca han llegado a defender encendidamente a Mitt, el moderado. Y eso que intentó mostrar también una imagen radical.
Hombre blanco Quienes le han apoyado hasta el final son los seguidores clásicos del Partido Republicano: los jubilados, creyentes, personas que poseen armas o viven en los suburbios. Todos ellos blancos. Pero la influencia de este sector no hace más que decrecer: actualmente los votantes blancos solo representan el 70%; hace 20 años, eran un 90%. El mandatario demócrata había expresado hace algunas semanas que si Romney perdía, sería porque no había logrado conectar con "el grupo demográfico que crece más rápidamente en el país: los latinos".
A eso se sumó que los republicanos se ganaron la ira de muchos al exponer abiertamente sus posturas conservadoras en materia de anticoncepción y de aborto -dos de ellos realizaron incendiarias declaraciones sobre las violaciones y les ha valido sendas derrotas en la carrera por el Senado-. Por no hablar de qué opinan de los homosexuales.
La actual situación es tal que el analista John Hudak, del instituto de investigaciones Brookings, advierte de que el partido no puede dar, en ningún caso, una vuelta de timón hacia la derecha. Para frenar la racha decreciente, la agrupación deberá "hacer frente a la realidad de una sociedad en proceso de cambio". Es significativo que en las elecciones al Congreso, el partido haya perdido gran parte de los escaños ocupados por el Tea Party. La formación se encuentra desde el martes herida, sin un líder ni una estrategia para un contraataque.