Vitoria. La legalización de Sortu por parte del Tribunal Constitucional ha desempolvado el discurso más inmovilista del PP. El partido amaga con ilegalizar a posteriori la marca de la izquierda abertzale, y ha extendido la sombra de la sospecha sobre Bildu y Amaiur. El presidente del EBB Iñigo Urkullu se citó ayer con el mandatario español Mariano Rajoy en ese mismo contexto, y abandonó La Moncloa satisfecho y con la impresión de que el popular está dispuesto a avanzar en materia de paz y normalización de la convivencia, a pesar del discurso público de Génova. Según fuentes jeltzales consultadas, el encuentro sirvió para limar desconfianzas y para reconducir la interlocución entre ambos en ese terreno. De hecho, la entrevista habría alumbrado "avances" por las dos partes, por lo que el PNV no dudó en conceder relevancia a la cita -"es más importante de lo que parece"-. En concreto, el partido de Urkullu cree que existe margen para que esos pasos puedan traducirse en decisiones gubernamentales o acuerdos parlamentarios a favor de la paz. A pesar de la distancia que separa al PNV de las medidas económicas del PP, los jeltzales creen que sí podrá haber ámbitos de colaboración en pacificación. "Si algo comparten Rajoy y Urkullu es la oportunidad de consolidar la paz", sentenciaron desde la formación.
Iñigo Urkullu accedió a La Moncloa para entrevistarse con un presidente español asediado por las consecuencias del rescate bancario y por los rumores de una eventual intervención total de las instituciones europeas en la economía del Estado. Precisamente por ello, el líder del Euzkadi Buru Batzar se encontró a un Mariano Rajoy "absolutamente preocupado" por la crisis, y con una lista de prioridades saturada de cuestiones económicas. Sin embargo, pudieron disertar sobre pacificación, y no de manera tangencial o anecdótica. En este sentido, el presidente del EBB pudo proponer al inquilino de La Moncloa un "gran acuerdo" entre partidos que abarque a las víctimas, la reinserción de los presos y el diálogo con ETA, y que podría materializarse tanto dentro del Congreso -al estilo de la habilitación parlamentaria que liberó a José Luis Rodríguez Zapatero en 2005 para que su gabinete pudiera conversar con la organización-, como fuera del legislativo. La novedad del planteamiento radica en que, en esta ocasión, no se propone forjar un acuerdo político centrado en uno de los frentes de la paz -como lo fue el pacto de 2005, focalizado exclusivamente en el diálogo-, sino que el PNV pide atar cabos en todas las materias relacionadas con la paz y la convivencia.
Aunque las fuentes jeltzales consultadas apelaron a la discreción y declinaron concretar cómo había encajado Rajoy esa propuesta, adelantaron que el presidente español está "dispuesto a seguir avanzando". El propio Urkullu aseguró ayer en la comparecencia posterior al encuentro que "el PNV le va a ayudar" y que, si el popular decide dar pasos, su formación "facilitará el marco de consenso necesario para que prospere". El presidente del EBB le pidió que siguiera actuando y, con una gráfica metáfora, avisó de que, "cuando alguien monta en bicicleta y deja de dar pedales, la inercia le hace seguir avanzando, pero llegará el momento en que la bicicleta se parará y existirá un riesgo de caída".
A pesar de que el PP no haya atendido las enmiendas presentadas por los jeltzales a sus presupuestos, y pese a que haya obviado la mayor parte de sus objeciones a la reforma laboral, el canal de interlocución en materia de pacificación se ha revelado más fructífero. El 31 de enero, en el marco de la primera reunión sostenida entre ambos desde la investidura de Rajoy, el burukide ya le propuso arriesgar en materia de paz, y ofreció la posibilidad de forjar un acuerdo histórico en el Congreso que ayudara a los populares a desembarazarse de sus eventuales temores. Se trataba de contrarrestar las presiones de los sectores más inmovilistas con el respaldo de una amplia mayoría parlamentaria. Unas semanas después, el PP estampaba su firma en un documento consensuado con PSOE, PNV y CiU que le sirvió de colchón para oponerse a la ilegalización de Amaiur. Más tarde llegaría su plan de reinserción, que posibilita que un preso sea acercado a Euskadi si rompe con ETA y se adhiere al citado programa de resocialización. Para acceder a los beneficios penitenciarios -progresiones de grado o permisos-, sin embargo, el Gobierno español siguió exigiendo la petición de perdón.
La mayoría de los partidos exigieron más pasos -también el PNV-, pero reconocieron que la alusión al acercamiento constituiría un avance sí mismo. Iñigo Urkullu estuvo presente en la cocina de ese plan, y participó en unas conversaciones que tuvieron como protagonistas a Rajoy, al ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, al presidente del PP de la CAV Antonio Basagoiti y al propio burukide. Sabin Etxea reconoce los avances, pero cree que el PP debe dar más pasos con "valentía", y admite que el discurso de los populares sigue tachonado de contradicciones, como los recientes mensajes a favor de las ilegalizaciones. Los jeltzales no le conceden mayor importancia, y opinan que el Gobierno español únicamente busca marcar perfil. Tal es la seguridad del PNV, que la polémica por la eventual ilegalización de Sortu ni siquiera entró en el orden del día de la entrevista.
Mejor que en enero Al término del encuentro, fuentes jeltzales consideraron que la reunión había marchado "muy bien", y que se había desarrollado "con franqueza" por ambas partes. En este sentido, llegaron a asegurar que esta última cita, que se extendió dos horas y media -desde las 14.30 hasta las 17.00 horas-, superó en cordialidad al encuentro celebrado el 31 de enero. Además, y a pesar de las urgencias de la crisis, aún quedó tiempo para debatir holgadamente sobre la paz y sobre la defensa del Concierto económico o la profundización en el autogobierno. El PNV constató "avances" en los tres campos de reflexión. Urkullu, que reclamó a Rajoy que respetara el Concierto de la CAV y Nafarroa ante las medidas impuestas por la Unión Europea, habría visto al popular "convencido" de la necesidad de proteger la singularidad foral vasca.