Vitoria. El tic tac preelectoral se cuela en los últimos compases de este tempo político previo al parón veraniego y el Partido Nacionalista Vasco perfila la que será su apuesta para tratar de recuperar el gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca tras la próxima cita con las urnas, que parece pasar necesariamente por la búsqueda templada y firme de la centralidad; ése tótem al que se atribuye el fascinante poder de apuntalar mayorías. Especialmente en tiempos revueltos.

Iñigo Urkullu se acercó ayer a las campas de Labastida para participar de la fiesta del Araba Euskaraz. Pero, después de unos días en los que la patronal vasca agitó el patio político reclamando "un Gobierno fuerte" capaz de "tomar las decisiones que saquen a este país adelante", lo que los socialistas entendieron como un ataque poco velado contra la línea de flotación del Gabinete López, el presidente jeltzale aprovechó para tomar asiento a medio camino entre unos y otros criticando la soledad en que se ha ubicado el lehendakari al tiempo que tendía su mano para ofrecerse a forjar "grandes consensos" transversales sobre los principales desafíos que marcan la agenda vasca.

"El reflejo de la soledad" Urkullu comenzó salvando la cara a Confebask -"no creo que estuvieran pidiendo elecciones anticipadas como han entendido el PSE y el lehendakari"-, para tirar a continuación del hilo del "problema", que a su juicio no es en el fondo otro que el hecho de que los socialistas "se están viendo cada vez más solos". "Desde hace un mes el lehendakari y el PSE se han peleado con su socio de gobierno -el PP- , con el presidente de Gobierno español y con el propio Gobierno español, se han peleado con los partidos de la oposición, con los empresarios del denominado Comité de Sabios", y por lo tanto, concluyó, quizá este último encontronazo con la patronal "es el reflejo de la soledad en la que están el PSE y el lehendakari".

El dirigente jeltzale se permitió hurgar un poco más en esta herida tachando de "intolerante" la ruda respuesta que los socialistas dieron a las palabras de Confebask. "Se podrá estar o no de acuerdo con sus medidas, pero no tachar de insolidario a quien está preocupado por generar riqueza para crear empleo", esgrimió, añadiendo no sin cierta sorna que "hasta hace pocos días se jactaba de su buena relación con los empresarios". En este sentido, desde su blog, abundaba en su gota a gota sobre la cabeza de López reiterando que "se ha permitido el lujo" en plena crisis de "multiplicar la deuda pública vasca por ocho" en tres años de gobierno. "Estamos en recesión, se dispara la prima de riesgo y al Gobierno Vasco no se le ocurre otra cosa que endeudarse más y más, además en gasto corriente", recordó, antes de recuperar críticas a otras realidades como que "incumple sus propias previsiones presupuestarias y cierra el ejercicio 2011 doblando el déficit que había presupuestado".

"Sólo saldremos juntos" Pero, cumplida la cita con la conocida lista de reproches al lehendakari socialista, que ya engrosan también unos populares que ayer por boca de Javier Maroto insistían en que "hay que cambiarlo porque es incapaz de aportar soluciones" -según dijo el alcalde de Vitoria entrevistado en El Mundo-, su diapasón cambio para convertir su discurso en un melodioso canto a la unión de fuerzas como antídoto contra las crisis y los desafíos de futuro.

Así, el presidente del PNV, ya candidato in pectore de su formación, apostó por conseguir "grandes consensos" entre los partidos vascos en ámbitos como la economía o la paz. "Sin apriorismos de fórmulas de gobiernos futuras y con un planteamiento de relación con todas las fuerzas, sin cerrar las puertas a ninguna", matizó inmediatamente, demostrando ser consciente del clima preelectoral que impregna ya cada palabra. De igual modo, mirando a Madrid, Urkullu reprodujo su estrategia: crítica y oferta de colaboración. "El Gobierno anterior, pero también el actual, han vivido en la simulación" y "no han abierto las puertas al acuerdo". Y de esta crisis sólo se puede salir "juntos", reiteró.

El PNV no ha estado a la altura El discurso de Urkullu halló un cierto reflejo en la consejera de Educación del Gobierno Vasco, Isabel Celaá, que igualmente abogó ayer por rebajar las diferencias e "incrementar los acuerdos", al tiempo que afeaba a sus rivales algunas de sus posiciones. Eso sí, esforzándose en todo momento por reducir el afán electoral. "No hay miedo [a no poder agotar la legislatura]. Hay tarea, hay un proyecto", y será López quien decida "el momento más oportuno" para volver a llamar a los vascos a las urnas, subrayó.

Pero lo dicho por Confebask aún escocía entre sus filas y el portavoz del PSE, José Antonio Pastor, se lanzó a vincularlas con los intereses de unos jeltzales que, dijo, "no han sabido estar a la altura" como oposición. "Parece que los ha mandado de recaderos para que digan lo que él no se atreve a decir, porque estoy convencido de que las propuestas de Confebask, Urkullu las aplaude con las orejas y está de acuerdo en que se suban los impuestos a los trabajadores, se bajen los impuestos a los empresarios, se expolie el patrimonio público de los vascos y en que se privaticen servicios", dijo sin desaprovechar tampoco la ocasión para ubicarse ante las urnas -a la izquierda, concretamente-, como "única barrera" ante un PP cuyo Gobierno ve "torpe y contraproducente".

Por último quedaba el frente "identitario", y Pastor no lo desatendió augurando un PNV que actuará "dividido", con "un líder débil", y marcado por el "miedo" a sus rivales soberanistas.