MADRID
LA captura de Saif al Islam, Espada del Islam, buscado por sus correligionarios y la justicia internacional -sobre él pesaba una orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) emitida el pasado 27 de junio- puso definitivamente el punto final a la primavera libia. Saif al Islam Gadafi, considerado el sucesor de la presidencia hereditaria libia instaurada por Muamar al Gadafi, se convirtió en el efímero sueño hereditario de Gadafi, el dedo acusador del régimen, que fue capturado por los milicianos libios 30 días después de la muerte de su progenitor y mostrado con tres dedos de la mano derecha vendados por el canal internacional libio Libiya.
Apenas nueve meses -6 meses de cara mediática de la República libia y tres meses en busca de sus enemigos- duró el "reinado" del considerado heredero del excéntrico coronel, desde que comenzaron las protestas pacíficas el pasado 15 de febrero. En aquella fecha 2.000 manifestantes protestaban en las calles de Bengasi por la detención de un activista de derechos humanos y contra los gobernante corruptos. Luego comenzarían a extenderse las jornadas de la cólera. Días después, el joven de 39 años, segundo hijo de Gadafi, en el que su padre confiaba la sucesión y Occidente veía un joven cosmopolita con ganas de realizar cambios en su país, empezó a amenazar a los suyos con provocar ríos de sangre.
un joven políglota El joven delfín, que habla inglés, francés, y alemán, pronunció el 21 de febrero un discurso mediático en el que apuntaba con el dedo índice amenazante a los manifestantes a "restaurar la seguridad". La escena rompía el silencio de su padre, que desde que comenzaron las protestas hasta entonces sólo había aparecido rodeándose de adeptos en algunas imágenes de televisión. El día de esa alocución, Saif al Islam, convertido en la voz de un régimen con cerca de 42 años en el poder, decía en la televisión estatal que los militares libios "no son los de Túnez ni los de Egipto" depuestos en sendas "primaveras árabes". También advertía de que "si el caos llega, lloraremos a centenares de miles de nuestros hermanos" además de prevenir de que podría haber otra guerra en torno al petróleo y alertaba de "la creación de un Estado Islámico". El discurso amenazante del delfín contradecía las declaraciones que había efectuado el 27 de junio al diario británico The Sunday Times en las que consideraba que había pasado a la historia la época de los "grandes líderes o los reyes" y que ahora hacían falta "gestores". "Se debería dejar a la gente elegir a sus líderes. El futuro pertenece a la democracia. No hay otra vía para Libia", afirmaba antes de que aquel sueño de hacer de Libia "la Viena del norte de África" en referencia a su ciudad favorita europea, comenzara a desvanecerse.