QUIZÁ era inevitable. La política vasca, como la alavesa, se convierte en una partida de mus. El sondeo preelectoral de CIES para DNA habla de una apasionante partida a cuatro en la que, al parecer, los jeltzales aguantan en estos comicios el envite de Amaiur y los populares no logran rentabilizar el farol al descubierto de los socialistas. Más allá de precisiones porcentuales, el ambiente es de ajustado empate a cuatro bandas, tanto en Euskadi como en Álava, lo que promete ofrecer en la noche electoral un recuento de infarto y emoción hasta la última papeleta. Quizá para compensar la victoria cantada de Mariano Rajoy sobre Alfredo Pérez Rubalcaba. En Madrid, la gran pregunta sigue siendo si el PSOE se hundirá más profundo que el suelo de Almunia en 1996. Rubalcaba no pugna con Rajoy, sino contra las encuestas. Todo lo que sea remontar ese foso de 17 puntos que cavó el CIS a las primeras de cambio ya será un pequeño triunfo en una noche en la que parece improbable que Ferraz pueda hablar de dulce derrota. Pero el 20-N plantea otra incógnita: el impacto de la indignación, de fenómenos como el 15-M. La política volvió a las plazas, la decisión está en cada ciudadano.
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