HE repasado mis escritos en caliente vía Red y he intentado digerir también todo lo vivido en primera persona y lo dicho y escrito en tercera para escribir mi "relato" en frío, si es que uno puede o debe quedarse frío en estos días, vía prensa.

Parece claro que el 20O (léase veinte o y no doscientos) tiene una dimensión emocional. Es un sentimiento, una sensación, hasta una necesidad. Especialmente para los que vivimos aquí, yo diría que la palabra del día es "alivio". El que sentimos por el país en su conjunto y muy especialmente por todos esos vecinos y hasta amigos que podrán a partir de ahora vivir sujetos a las mismas amenazas e incertidumbres que la vida nos depara a todos los mortales, ninguna más.

Tiene el 20O una dimensión histórica y la tiene tanto en clave de pasado como de futuro. Al poco de saltar la noticia decía yo que aún no teniendo claro si ya teníamos PACEM lo que si tenía claro es que ya no teníamos PARABELLUM. Algunas reacciones posteriores me han confirmado que la PACEM, en el amplio sentido de la palabra, nos va a costar más de lo que nos ha costado librarnos de las PARABELLUM. Hay quien, como también decía aquel día, parece empeñado en emular al invitado de la boda que, en medio de la natural alegría, se dedica a repartir tarjetas de un buffete especializado en divorcios "por si acaso".

Si que es cierto que el 20O, pasados los primeros momentos de euforia, nos debe hacer reflexionar sobre lo que hemos vivido y matado todos estos años. Recuperar nuestras claves del relato que se dice hoy en día. A mÍ la lectura del argumento del mago de Oz me ha resultado especialmente estimulante. Aquella vecina perversa que nos amenazaba con su sheriff, llámese represión franquista, hizo a nuestra Dorothy huir, y tropezar en su huida con perversos engatusadores del estilo de Marvel. Entonces todos, o por lo menos muchos, éramos Dorothy. El coco de los niños eran más las fuerzas del orden que las de la subversión. Una huida que acabó con nosotros en un tornado de sin razón en el que al final las cosas cambiaron, y fueron aquellos libertadores o quienes les siguieron descarriadamente, los que se convirtieron en cocos y se materializaron en demonios. Escondidos tras la terrorífica y ardiente cabeza del mago de Oz nos hicieron dar vueltas y más vueltas en busca de nuestro corazón, nuestro cerebro y nuestro valor. Y al final, cuando hemos mirado al interior de la cabeza no había magos, ni siquiera grandes hombres.

Ahora el mago de Oz intenta salvarnos usando el sentido común, pero si seguimos con el paralelismo, pronto se irá por el cielo en su globo mientras nosotros nos quedamos en tierra. Tendremos entonces que hacer caso a nuestra "Glinda" y con nuestros estrenados corazones y cerebros, y armados con nuestro valor recuperado, golpear nuestros talones y repetir las palabras mágicas "No hay lugar como el hogar", despertar de la pesadilla, volver solos a casa y seguir construyendo nuestros sueños en familia, con nuestras discusiones y nuestras alegrías.