Los impulsores de la paz

Míriam Vázquez

EL 30 de diciembre de 2006, tres llamadas en nombre de ETA redujeron a escombros las esperanzas de paz. Casi cinco años después de esos avisos de bomba que precedían al atentado contra la T-4 de Barajas, las cenizas de la pacificación han vuelto a tomar cuerpo cual Ave Fénix. Todo parecía perdido. Incluso la fe de José Luis Rodríguez Zapatero en un proceso de resolución. El Gobierno español se afanó entonces en recalcar que la organización había contado con tres oportunidades para acabar como el IRA y que, a partir del atentado que quebró la tregua del 22 de marzo y el proceso de diálogo, se habría condenado a sí misma a acabar como el Grapo. El PSOE amagó con fiar el fin de ETA a la vía policial, y fue recibido por el PP como el hijo pródigo que regresaba a las esencias del Pacto Antiterrorista, mientras los activistas retomaban las armas. Pero los planes acabaron transcurriendo por una senda bien distinta. Seis hombres tuvieron la clave.

Como si de una conjunción planetaria se tratara, la izquierda aber-tzale histórica, con Arnaldo Otegi como cabeza visible y ahora en prisión, constató el fracaso de las armas, mientras el PNV de Iñigo Urkullu aprovechaba su interlocución con Zapatero para pedirle que diera otro voto de confianza a ese sector al objeto de restar espacio a las estrategias violentas. La sintonía posibilitó que Moncloa aupara la paz a los primeros puestos de su agenda. Cuando la relación de Zapatero con la izquierda abertzale -con Rufi Etxeberria al mando, tras la sentencia contra Otegi- era aún una quimera, el abogado Brian Currin aterrizaba en Euskadi y proponía la sensibilidad política y a Sabin Etxea que recuperaran su relación para que Urkullu pudiera ejercer de correo entre Madrid y ese sector. La maquinaria estaba engrasada. ETA había decretado en enero su alto el fuego.

Al puzzle le faltaba la pieza de una implicación internacional que añadiera presión a la organización e hiciera menos factible un retorno a la violencia, que hubiera quemado futuras posibilidades de abordar otro proceso al privar de todo atisbo de credibilidad a nuevos pronunciamientos. Fue entonces cuando llegó Kofi Annan para presidir la conferencia de paz de Donostia, mientras el Gobierno Vasco permanecía cerrado por viaje. Desde el PSE, Jesús Eguiguren trató de obrar el milagro del viraje de López. No pudo conseguirlo. Zapatero, Urkullu, Otegi, Currin, Annan y Eguiguren. Seis hombres de paz que han abonado el camino para que ETA pudiera decretar ayer su cese definitivo.

de urkullu a zapatero El presidente del EBB, Iñigo Urkullu, ha experimentado en su máxima expresión lo que supone arriesgar por la paz. El burukide obvió los riesgos electorales y potenció el avance de la izquierda abertzale a pesar de que su legalización supusiera colocar en el mapa político a su potencial rival en las urnas. Empujó un proceso que, a su vez, fue abonado por Otegi en el caso de la izquierda abertzale. El exportavoz de Batasuna trabajó con discreción para pergeñar la nueva vía del sector político desde su salida de la cárcel en agosto de 2008. "Hay un problema sin resolver en este país. Yo considero, personalmente, que ese problema solo se resolverá a través del diálogo y la negociación", aseguraba tras abandonar la prisión.

Otegi daba voz a buena parte de la izquierda abertzale, decepcionada por el fracaso de un proceso de Loiola donde el exdirigente ejerció de interlocutor con el PSOE. Su recorrido a favor de las vías políticas le ha costado acabar en prisión y ser condenado por la Audiencia Nacional tras su detención el 13 octubre 2009, en pleno debate de la izquierda abertzale, y en compañía de Rafa Diez Usabiaga, Rufi Etxeberria y otros cinco integrantes del sector político, acusados de tratar de reconstruir Batasuna bajo los dictados de ETA. Paradójicamente, Bildu logró el visto bueno del Tribunal Constitucional en mayo.

De hecho, aunque se desconozca cuál ha podido ser el papel desempeñado por Otegi desde la cárcel, sí resulta constatable que sus tesis han acabado imponiéndose en la izquierda abertzale, que ha acabado respaldando una declaración de Aiete que pedía el cese definitivo de ETA. Sin embargo, también resultaría probado que el otrora cara visible de la sensibilidad no resulta imprescindible, puesto que la reflexión a favor de la paz ha progresado mientras él se encontraba encarcelado.

Así, en noviembre de 2009, tan solo un mes después de su detención, era presentada la Declaración de Altsasu, mientras en febrero de 2010 llegaba Zutik Euskal Herria. Durante el juicio en la Audiencia Nacional, avisó de que la vuelta de ETA a la violencia sería "un suicidio político" al tiempo que, tras la sentencia condenatoria, animó desde Twitter a continuar con la estrategia democrática. "Que nadie abandone este camino, porque lo vamos a ganar", dijo.

Consciente de la oportunidad para la pacificación que asomaba en el horizonte político, Urkullu pidió a Zapatero que aprovechara el nuevo tiempo, y consiguió que el socialista arriesgara, tras aprovechar su interlocución con abertzales y no abertzales, y siempre desde la discreción. En el tradicional café tomado con EGI en la víspera del Alderdi Eguna, el burukide leyó un mensaje enviado a su teléfono móvil por el socialista, donde quedaba claro qué relevancia había terminado concediendo el inquilino de Moncloa al proceso. "Hay noticias de lo que a ti y a mí más nos preocupa", rezaba el texto. Además, puso en suspenso sus relaciones con el líder de los socialistas tras el veto del Supremo a Bildu. Zapatero le pidió que aguardara la decisión del Tribunal Constitucional, que terminó dejando vía libre a la coalición.

la llegada de rajoy Ya en julio, y después de que el mandatario español se diera a sí mismo 20 días de plazo para esperar un comunicado de disolución de ETA, el silencio de los activistas desencadenó el adelanto electoral decretado el 28 de julio. La izquierda abertzale dedujo que cualquier avance habría de aguardar hasta después de las elecciones, y fió el futuro del proceso a la voluntad del PP, fuertemente vinculado a ciertas asociaciones de víctimas y sindicatos policiales contrarios a cualquier gesto hacia la organización. Ante el riesgo de que Rajoy pudiera encarcelar a los ochenta activistas en libertad, y de que esa exhibición de músculo provocara una respuesta armada y oficiara el entierro de la paz, Urkullu transmitió a Zapatero y a la izquierda abertzale esa posibilidad para que continuaran abriéndose a los avances antes de que fuera demasiado tarde.

Los pasos comenzaron a sucederse, con la adhesión de los presos al Acuerdo de Gernika o la disolución de Ekin, mientras Zapatero contemplaría gestos en materia penitenciaria en caso de que ETA decretara su fin. El socialista, de sobra desgastado por su desafortunada gestión de la crisis y su constante improvisación, ha decidido asumir un nuevo riesgo sometiéndose al látigo del PP tras la legalización de Bildu. En caso de no haber cuajado la reflexión en ETA, el socialismo podría haber perdido aún más votos y exponerse a una derrota más severa -los sondeos otorgan 195 escaños a Rajoy-, toda vez que podría no levantar cabeza en varias legislaturas, ante una opinión pública que se presenta más inflexible en el Estado.

El Gobierno español, además, ha mantenido una postura menos obstaculizadora que Lakua, al haber tenido constancia de las visitas del ex primer ministro irlandés Bertie Ahern a la CAV -después participaría en la conferencia de paz-, y al no haber desaprobado a Eguiguren cuando criticó la falta de pasos de López. El presidente del PSE, que también contó con un papel destacado en las conversaciones de Loiola entre su partido, el PNV y Batasuna, se mostraba "cabreado" en una entrevista publicada anteayer en El Periódico de Cataluña, en la que aseguró que "el lehendakari tendría que haberse quemado, arriesgado y jugado el todo por el todo". "Los vascos le eligieron para hacer la paz", dijo.

No era la primera vez que pedía liderazgo a López. Eguiguren, que preparó el terreno del proceso de Loiola, se ha convertido en el único interlocutor del PSE con la izquierda abertzale. Criticado en el Estado y la CAV por dicha interlocución -el partido que él mismo preside despacha sus valoraciones limitándose a decir que "son cosas de Jesús"-, sufrió en propias carnes la decepción tras el atentado de la T-4. Su modelo ha llegado a ser bautizado como vía Txusito, el presunto cauce de comunicación que ETA -se desconoce si de manera directa o indirecta- y la izquierda abertzale habrían establecido con el socialista.

Sin embargo, la perspectiva internacional ha terminado dando un empuje definitivo al proceso. Urkullu, que ya se citó con la comisaria de Interior de la UE Cecilia Malmström para pedir la implicación europea en la paz, volvió a cobrar un papel central trabajando mano a mano con Lokarri -con un Paul Ríos muy implicado en el proceso- para posibilitar la llegada de la conferencia de paz a Donostia, a la que se prestó el exsecretario general de la ONU y Premio Nobel de la Paz Kofi Annan, que puso en riesgo su imagen ya que, de no haberse pronunciado ETA, su labor hubiera quedado en entredicho, toda vez que el PP encontraría nuevos argumentos para acusar a los promotores del encuentro de limitarse a hacer propaganda de la izquierda abertzale.

Otro de los agentes que impulsó la dimensión internacional del conflicto fue Brian Currin, que promovió un Grupo Internacional de Contacto. Así llegó la Comisión Internacional de Verificación, que reimpulsó el proceso hasta desembocar en la conferencia de paz y en el cese definitivo decretado por ETA.

José Luis Rodríguez Zapatero.

Jesús Eguiguren.

Iñigo Urkullu.

Brian Currin.

Arnaldo Otegi.

Kofi Annan. fotos:dna

Pintadas a favor del acercamiento de presos, en un municipio guipuzcoano. foto: gorka estrada