hay un consenso básico en nuestra sociedad: la paz debía haber llegado hace muchos años, pero nunca es tarde para alcanzarla. Ni siquiera cuando se trabaja a contrarreloj. Parece que, por fin, se van venciendo los obstáculos que sólo los que más se han resistido a unirse a ese consenso han considerado hasta ahora "insalvables". La adhesión de los presos de ETA, y los que no son de ETA pero se definen como "políticos", a la declaración de Gernika abre las puertas a un nuevo estado del proceso. Sí, del "proceso", porque conviene recordar que la historia no ha terminado y que asistimos a una carrera en la que se van quemando etapas.

Ha pasado desapercibido, pero el presidente del Euskadi Buru Batzar del PNV leyó a las juventudes de su partido en el encuentro que anualmente mantiene en Foronda en la víspera del Alderdi Eguna el contenido de un mensaje recibido en su teléfono: "Tenemos que hablar de lo que más nos preocupa a ti y a mí". Lo firmaba Rodríguez Zapatero, el presidente que dos días después convocaba oficialmente las elecciones generales.

El mensaje es un exponente claro de que el PNV está asumiendo el papel que le corresponde como partido más votado ante el que ha sido el gran problema de la sociedad vasca de las últimas décadas. De su papel de "puente" puede dar testimonio este mensaje si lo combinamos con las conversaciones que Urkullu viene manteniendo de forma discreta con un destacado dirigente de la izquierda abertzale. También hubo mensaje telefónico: Rufi Etxeberria escribía poético sobre la primavera y el presidente del EBB le recordó que ese mismo día empezaba el otoño. No está el horno para adornarse cuando hay mucho trabajo por delante.

Pero hay más, el mensaje indica que Rodríguez Zapatero, tan volcado en la crisis económica, también tiene interés en dejar encauzado el cierre del ciclo violento. Si es sincero en privado, cabe deducir que es lo que más le preocupa. No sé si será para tanto, pero no me extrañaría que en las próximas fechas asistiéramos a movimientos que afiancen el terreno que ya se ha avanzado. No tengo dudas y es una buena noticia: la fruta está más madura de lo que creíamos.

No hace falta forzar la ley, basta con cumplirla para que algunos de los objetivos que se han marcado los firmantes de la Declaración de Gernika se apliquen de manera rápida. Si es sin aspavientos, como gusta decir a Martín Garitano, mejor. Porque lo importante no es que se pueda presentar como un triunfo el acercamiento de presos a cárceles de Euskadi, la excarcelación de los enfermos, el acceso a tercer grado de los que han cumplido su parte correspondiente de condena y otra medidas como la supresión de la discutida doctrina Parot. Lo que realmente interesa es que esto suceda.

También ahí va tarde el Gobierno español (no digamos ya el vasco), porque debería de haber ocurrido antes de que se presentara como una exigencia. Ir un paso por delante, aunque arriesgado, tiene sus ventajas. Además de atender a razones humanitarias y cumplir con los derechos de los reclusos (no es una razón menor) se evita que alguien se arrogue lo que no merece ser considerado como una cesión. No hay intercambio posible: paz es paz y punto, como recordó Urkullu hace una semana. No debería molestar esta rotundidad a quien ha decidido que el abandono de la vía político-militar (un eufemismo como otros muchos) era unilateral.

El asunto es serio aunque tengamos un Gobierno que parece tomárselo a chirigota. López se ha subido con el tren en marcha al último vagón. De paso ha dejado fuera a Idoia Mendia, que solo dos días antes de que López buscara su minuto en el Parlamento quitaba importancia a la política penitenciaria. No hay quien les entienda.

Como todo es susceptible de ser enmendado, no estaría demás que el Gobierno Vasco aceptara un encuentro (discreto, secreto, como quieran hacerlo) con el Grupo de Ámsterdam. No se entiende que ni siquiera se desee escuchar las razones que han llevado a estos especialistas de alto nivel a implicarse en la consecución definitiva de la paz. Ahora que parece que López ya no habla con Rodríguez Zapatero, quizás podría preguntar a su admirado Pérez Rubalcaba cómo están las cosas.