LA sentencia sobre el caso Bateragune dada a conocer ayer por la Audiencia Nacional tiene un primera lectura que se antoja obvia y clara: Arnaldo Otegi y Rafa Díez Usabiaga se van a enfrentar a una condena de diez años de prisión. Además, Miren Zabaleta, Sonia Jacinto y Arkaitz Rodríguez, otros tres encausados, tiene ante sí la perspectiva de pasar ocho años encarcelados. Para los cinco condenados se abre un futuro muy poco prometedor a nivel personal ante la tesitura de lo que les aguarda. Un futuro que la mayoría social vasca ni comparte ni comprende, sobre todo cuando se acusa de ser dirigentes de ETA a personas, como Otegi, que han mostrado de una forma diáfana su apuesta por vías exclusivamente pacíficas y democráticas, siendo, precisamente ellos, los condenados, los impulsores de los pasos que está dando la izquierda abertzale en su intención de alejarse de la connivencia con la violencia para utilizar vías pacíficas y democráticas.
Esa es una primera lectura, la personal de los ahora condenados. Sin embargo, otra lectura es lo que puede significar, no a nivel personal sino a nivel político, el hecho de que personas con tanta transcendencia e influencia como son el exportavoz de la antigua Batasuna o el ex secretario general de LAB, estén encarcelados y privados de la posibilidad de ejercer sus derechos ante lo que todo el mundo no duda en calificar como "un nuevo tiempo" que se avecina en el panorama político vasco.
Arnaldo Otegi se encuentra en prisión desde octubre de 2009, fecha en la que fue detenido en la sede de LAB en Donostia. En estos dos años y medio en los que la justicia ha mantenido fuera de la circulación al líder de la izquierda abertzale, este sector político ha realizado, con más o menos trabas, más o menos dudas, y más o menos pasos adelante y atrás, un recorrido que ellos aseguran que es irreversible. Cada día que pasa se vislumbra de una manera más nítida que la apuesta realizada por la izquierda abertzale, una apuesta que le lleva a distanciarse de la violencia, y en la que el ahora condenado como "dirigente de ETA" fue pieza clave, no tiene vuelta atrás. El propio Otegi, nada más conocer la sentencia, volvió a exponer su postura a traves de Twitter: "Que nadie abandone este camino porque vamos a ganar".
De este modo, si lo que se pretendía con la condena es cercenar el proceso de normalización política por el que transita la sociedad vasca, y especialmente el recorrido que lleva en los últimos años la izquierda abertzale, los jueces de la Audiencia Nacional han errado en su diagnóstico emitiendo una sentencia que, como un boomerang, puede volverse en contra suya. Y es que, en este período de tiempo si algo ha quedado demostrado es que Otegi, aún siendo una pieza básica en el recorrido político de la izquierda abertzale, no es imprescindible. Es cierto que desde la cárcel ha seguido manteniendo su estatus dentro de este sector político y se le puede considerar como uno de los referentes más importantes de la izquierda abertzale, pero su ausencia ha sido cubierta por otros, leáse Rufi Etxeberria, Txelui Moreno o Niko Moreno, que han tomado el relevo y se han convertido en los encargados en dar el impulso necesario al proceso.
Por ello, y aunque ciertos rumores han apuntado la posibilidad de ver a Arnaldo Otegi como cabeza de lista de la izquierda abertzale en futuros compromisos electorales, hay quien lo situaba incluso al frente de una candidatura a la Lehendakaritza, lo cierto es que, políticamente, este sector ha demostrado que, aun teniendo a una de sus grandes figuras lejos del terreno de juego, hay banquillo suficiente para que su baja haya podido ser suplida. Se puede decir que la figura política de Otegi está ya amortizada.
Otro de los efectos que puede tener esta sentencia habrá que buscarlo en las elecciones generales que tendrán lugar el próximo 20-N. En las pasados comiciones municipales y forales, la primera ilegalización de Bildu desembocó en una reacción contraria a lo que se pretendía. Acosada por los jueces, la coalición soberanista supo sacar partido para llevarse unos cuantos miles de votos, muchos de ellos procedentes del descontento y la frustración, que, en una situación de mínima normalidad -sin ilegalizaciones ni amenazas de ello- quizá no hubieran ido a parar a las listas de la formación integrada por la izquierda abertzale, EA y Alternatiba. Ahora, cuando apenas quedan dos meses para reecontrarse con las urnas, los jueces vuelven a dar argumentos para quienes quieren asumir este papel de víctimas. Y para quienes, y esto es lo más grave, y en contra de las palabras del propio Otegi, consideren que este camino no es el adecuado.