uno diría que Patxi López ha sufrido una ligera mutación. Nunca ejerció demasiado de lehendakari, es verdad, pero ahora ha decidido olvidarse de aquel cargo para dedicarse a tiempo completo a la tarea de salvar los muebles del PSOE con Pérez Rubalcaba de candidato. La defensa del autogobierno que prometió en aquella campaña suena hoy como un chiste; su anunciada austeridad, está aún por verse más allá de recortes en asistencia social, educación o sanidad; el abandono del "monotema recurrente" se ha convertido casi en una obsesión para atribuirse en exclusiva el final de la violencia y alterando sin ton ni son símbolos, festividades y banderas; y lo más grave, nada sabemos de sus planes para reactivar la economía.
Sucede que decantado durante el verano el agitado panorama surgido de las elecciones de mayo, López se ha dado cuenta exactamente de lo que vale su Gobierno (pacto con el socio preferente incluido). Y vale poco, muy poco. Por eso ha decidido entregarse a otras causas que importan poco a la ciudadanía vasca y mucho a su círculo de poder en el PSE. Esto es, hay que pegarse a la rueda de Rubalcaba, hacerle de chico de los recados, ensalzarle hasta el ridículo y, de paso, dar patadas en la espinilla al pérfido Zapatero que pactaba con el PNV a sus espaldas.
Esta venganza interna que le mantiene tan entretenido no es sino un reflejo de su carrera política: cero experiencia en gestión institucional pero maestro en intrigas de partido hasta llegar a liderar el PSE. En puridad, el catedrático en estas lides es Rodolfo Ares y Patxi López su alumno aventajado. En esto sí, saca nota.
La cosa podría no ser grave, no pasaría de ser bochornosa, si no fuera porque en sus manos está liderar un país en un momento muy delicado. Empezando por defender las instituciones cuando se comete un "error" tan evidente de no hacer referencia a la especificidad foral de los cuatro territorios de Euskal Herria en la reforma constitucional que ha cocinado su propio partido. Y se lo recuerda, para su ridículo, la oposición.
Claro que al PSE, visto el escaso rédito foral que le han reportado las urnas, las Diputaciones le resultan elementos incómodos. Ya lo eran cuando gobernaba en las tres el PNV y ahora, tres cuartos de lo mismo porque siguen sin estar en el poder. La prueba más palmaria del desprecio socialista a estas instituciones es la vergonzosa renuncia de los tres, los tres, candidatos del PSE a diputados generales a permanecer en las Juntas Generales en la oposición. Ni Prieto, ni Pastor ni Buen consideran que las Juntas Generales merecen su presencia si no es para elegirles como diputados generales.
Pero la última embestida ha sido ese proyecto de Ley Municipal que llega al Parlamento como López lo trajo al mundo: en pelotas. Ni un solo consenso previo, ni una sola comunicación con los entes afectados, ni un tanteo a su socio preferente y con el ninguneo a la primera fuerza municipal en Euskadi.
Es difícil entender por qué llega con un año de retraso sobre el calendario legislativo que el propio Gobierno Vasco dio a conocer. La demora podría estar justificada si se trataba de buscar acuerdos que permitieran que tan importante ley contara con un respaldo mayoritario. De la dificultad de alcanzarlo puede contar mucho el propio PNV, incapaz de sacarla adelante en varias legislaturas.
Corría junio y ya se adivinaba el nuevo parón económico que ahora confirman los descensos en la recaudación de las diferentes Diputaciones. Tampoco el paro repuntaba en las magnitudes que se había anunciado. Y López tuvo una ocurrencia: un nuevo plan de empleo? para septiembre. Pues bien, ya estamos en un nuevo periodo legislativo y nada se sabe de aquel plan, que tampoco se entiende por qué tenía que esperar a final del verano para ser aplicado. Debe pensar que los parados también se marchan de vacaciones y pueden esperar. López ha hecho un notable esfuerzo por llevarse bien con las empresas, lo que en sí mismo no es nada criticable. Pero también aquí ha tenido que meter la cuchara electoralista para quebrar esa confianza (algunos empresarios lo han manifestado en privado) para abdicar de lehendakari y ejercer de anfitrión de Pérez Rubalcaba. La visita del candidato socialista ha manchado al Gobierno Vasco, pero ya que había venido, al menos debería de haber explicado cuáles son sus planes económicos en el hipotético caso de que llegara a gobernar. Pero no, ha sacado pecho por su lucha contra ETA y el final de la violencia y López se ha colgado, de paso, una medalla que no le corresponde: el final de la violencia. Mientras, seguimos sin saber qué piensan hacer López ahora y Pérez mañana para combatir la crisis. ¿Quiénes eran los que recurrían al "monotema"?