vitoria. Una de las características de la política internacional de Israel es la cautela. El Estado hebreo cuenta con el apoyo incondicional de EEUU y la subordinación de los países europeos de mala conciencia por el Holocausto. Pero siempre Tel Aviv ha maniobrado desde una posición de fuerza, moral en Europa y material en Washington. Nunca ha aparecido debilitado en una relación con otro país occidental y mucho menos árabe. Nunca, hasta ahora.

La política interna del Estado hebreo estaba demasiado comprometida a la buena relación con el régimen de Mubarak. Sin él no hubiera sido posible el bloqueo a Gaza, ni la operación Plomo Fundido y ni siquiera los ataques a los túneles palestinos hacia el Sinaí ya que es un secreto a voces que la inteligencia egipcia colabora con la israelí. Las autoridades hebreas se sentían cómodas con Mubarak, quien les brindaba seguridad en una frontera sinónimo de guerra y requería mucho derroche militar y económico para mantener su seguridad.

El mando militar israelí está evaluando la situación y el Mosad mantiene ocupados en ello a sus mejores agentes. El temor se llama Hermanos Musulmanes, grupo islamista maniatado y reprimido por Mubarak que constituye el principal movimiento de oposición en Egipto.

Israel se ha apoyado tanto en Mubarak que su caída podría provocar más que un traspiés en Tel Aviv. Y por si fuera poco, su segundo aliado Árabe, Jordania, también está sufriendo revueltas populares. Tan grave podría ser la situación, que la caída de los dos regímenes llevaría a la situación previa a 1967. Pero los israelíes ya están jugando sus bazas diplomáticas. Primero enviaron cartas a los líderes occidentales para que mantuvieran su apoyo a Mubarak, luego exigieron a los sucesores del dictador el cumplimiento de los acuerdos de paz y posteriormente promovieron el apoyo de Washington al vicepresidente Omar Suleimán, su gran confidente egipcio.

la posibilidad islamista Los generales israelíes ya han tomado, que se sepa, tres decisiones. La primera fue autorizar al Ejército egipcio desplegarse por el Sinaí para controlar las revueltas, algo que tenía prohibido desde los acuerdos de paz en 1979; la segunda cerrar sus fronteras con Egipto; y la tercera acelerar la construcción de una verja de separación entre ambos países. El resto se sabrán con el tiempo.

Los israelíes no andan descaminados en sus análisis ya que de cumplirse la hipótesis islamista el Estado hebreo y todo occidente se vería salpicado. En Túnez no está clara la alternativa a Ben Alí y la vuelta del líder islamista Rachid Ghanuchi es un síntoma del peligro de pasar de una dictadura a otra. Y la islamista mucho más peligrosa para occidente. En Egipto, su situación geoestratégica, multiplica exponencialmente el riesgo. Además, Irán equipara la movilización de El Cairo con la Revolución Islámica de Jomeini.

Otro de los grandes amigos de Mubarak era EEUU. Como en tantos estados árabes, ha transformado a un amigo en un monstruo de crecimiento incontrolable. No importaba la corrupción, ni la pobreza generada entre sus ciudadanos, ni siquiera que Mubarak quisiera donar a su hijo el corrupto régimen, lo único importante es que fuera complaciente con sus recomendaciones. No hay que olvidar que Washington apuntaló a Sadam Hussein en Irak, apoyó a los talibanes en Afganistán y luego los sacó del poder a cañonazos en dos sangrientas guerras.

Netanhayu ha perdido por primera vez su socarrona prepotencia para mandar desesperadas llamadas de socorro a los líderes mundiales pidiendo primero el sostenimiento de Mubarak y posteriormente el mantenimiento del papel egipcio en la paz de Oriente Medio. Egipto cuenta con el mayor ejército de los países árabes y el más grande y fuerte de todo el continente africano.

Su armamento ya no es el soviético con el que perdió la guerra del Yom Kippur sino que, tras convertirse en aliado de occidente, cuenta con tecnología norteamericana. No está al nivel del equipamiento hebreo, pero doblegar a los egipcios sería, cuando menos, tan difícil como en 1973. Las Fuerzas de Defensa de Israel IDF basan su éxito en la alta cualificación de sus miembros y en su superioridad tecnológica. No obstante, es vital llevar siempre la iniciativa y alejar el campo de batalla de su territorio. Pese a los mensajes tranquilizadores de la nueva cúpula militar egipcia, los temores persisten y por ello EEUU ha enviado a territorio israelí al jefe de su Ejército, el comandante del Estado Mayor Conjunto, almirante Mike Mullen.

Israel basa su existencia en la seguridad y un nuevo escenario de confrontación rasgaría toda la tela de araña tejida por las autoridades hebreas a nivel diplomático y militar. Egipto preocupa tanto que cuando El Cairo grita, Tel Aviv tiembla.