vitoria. La elección presidencial portuguesa es cuestión de un hombre: Aníbal Cavaco Silva, quien, según todas las encuestas, será reelegido hoy para un nuevo mandato de cinco años. Ante un país preocupado por la crisis económica y financiera mundial, y con una campaña electoral monopolizada por este tema, el actual mandatario se ha presentado ante la ciudadanía como el candidato que llevará la estabilidad al país. Cavaco, economista de formación y considerado el "padre del milagro económico" de los años 80 y 90, esgrime como argumento su dilatada experiencia como primer ministro entre 1985 y 1995 y titular de Finanzas en 1980. "Cavaco básicamente ya ha ganado", resumía el analista político Viriato Soromenho, de la Universidad de Lisboa.

Los últimos sondeos, publicados el viernes, revelaban que Cavaco Silva ganaría con entre un 54,6 y un 59% de los votos, a mucha distancia del segundo candidato más votado, el socialista Manuel Alegre, que lograría entre un 22 y un 25%. Su mayor rival no es quizá ninguno de sus cinco oponentes, sino el desinterés de la población. Las apariciones de los candidatos pasan prácticamente desapercibidas y es que, ante un resultado prácticamente decidido, los portugueses no muestran entusiasmo por estos comicios. "La campaña electoral carece de interés", se quejaba al respecto el Diário de Notícia. Por su parte, el columnista Miguel Gaspar opinaba: "Ésta fue la campaña electoral de menos nivel desde el regreso de Portugal a la democracia".

A esto se suma el hecho de que la participación en las elecciones presidenciales suele ser ya de por sí tradicionalmente baja, debido a que el cargo de jefe del Estado es un puesto más bien simbólico en Portugal. Su papel es promulgar las leyes aprobadas en el Parlamento y los decretos del Gobierno, además de ser el comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Quien dirige las políticas del país es el primer ministro; en este caso, el socialista José Sócrates. Sin embargo, Cavaco Silva ha desempeñado en los últimos meses un papel importante a medida que iba aumentado la presión sobre Portugal para que ordenase sus finanzas y evitar así un rescate financiero como el de Grecia e Irlanda. También ha ejercido su poder de veto con proyectos progresistas promovidos por el Gobierno socialista, como las uniones entre parejas del mismo sexo o la ley para simplificar el proceso de cambio de sexo y nombre en el registro civil, al alegar insuficiencias técnico-jurídicas, especialmente respecto al diagnóstico de la transexualidad.

Campaña llena de ataques El presidente no es un hombre de grandes palabras, pero en la campaña electoral ha dejado atrás sus reservas para pasar al ataque. "La gigante deuda extranjera y el desempleo han creado una situación casi explosiva", advirtió el político conservador, quien achaca la situación económica y financiera al Gobierno de José Sócrates, una situación de la que se acusan mutuamente conservadores y socialistas. En este sentido, Cavaco Silva ha abogado por fijar un rumbo claro para el país y ha invitado a la sociedad civil a "llamar la atención" al poder sobre el impacto positivo o negativo de las medidas económicas del Gobierno, con las que el presidente se muestra muy crítico -el candidato conservador acusa al Ejecutivo de gastar más de la cuenta-.

Corren tiempos difíciles para el país más pobre de Europa occidental. El escepticismo de los inversores sobre el estado de las cuentas de Portugal y, especialmente, por el elevado déficit público se ha convertido en el protagonista de esta campaña electoral. Los rumores sobre la posibilidad de que Portugal tuviese que ser rescatado han unido a los candidatos en torno a su rechazo a la ayuda externa, pero también han elevado el tono de la campaña con acusaciones mutuas.

El principal y único rival que puede obstaculizar el camino de Cavaco Silva hacia la reelección, el socialista Manuel Alegre, considera al presidente como un obstáculo para la recuperación económica del país, al acusarle de boicotear las decisiones del Gobierno y defender los planteamientos de la principal formación de la oposición, el Partido Social Demócrata (PSD), el suyo. Alegre se presenta como el candidato beligerante con los mercados, a los que culpa de llevar a cabo un ataque especulativo contra Portugal. Promete que, de llegar a la presidencia, no se plegará ante los intereses de las grandes fortunas del país, como, según él, hace el actual mandatario.

Los socialistas El histórico rebelde y poeta Manuel Alegre se presenta por el Partido Socialista, formación a la que pertenece pero con la que ha tenido más de un desencuentro. De hecho, en las elecciones de 2005 se presentó como independiente, quedando en segundo lugar, por detrás de Cavaco Silva y por delante del candidato socialista Mario Soares. En esta ocasión, Alegre lanzó su propia candidatura sin lograr el consenso en las filas socialistas, quienes tardaron mucho tiempo en ponerse de acuerdo y, solo tras muchas vacilaciones, la cúpula del partido se decidió a aceptar al poeta rebelde como candidato oficial.

Quien sí le mostró inmediatamente su respaldo fue el Bloco de Esquerda -que cuenta con 16 diputados en el Parlamento-, partido de izquierda radical muy crítico con las medidas económicas del Gobierno de Sócrates. Gran luchador en la época de Oliveira Salazar, durante la cual conoció las cárceles de la dictadura, y veterano diputado del Parlamento, donde ocupó un escaño durante 34 años, Alegre conserva su espíritu rebelde y combativo. Sus esperanzas están en que Cavaco Silva no gane la primera vuelta electoral y se vea forzado a competir con él en una segunda ronda, sin el resto de los candidatos, todos de izquierdas. Alegre ha sido un duro oponente durante la campaña y ha logrado enfocar sus críticas a la difícil situación económica que vive Portugal hacia el presidente y no hacia el primer ministro socialista, muy cuestionado desde la izquierda por sus drásticas medidas anticrisis.

Críticas hacia el presidente La posición privilegiada de Cavaco Silva en las encuestas ha provocado que todos los candidatos de la oposición concentren sus críticas hacia el político conservador, a quien echan en cara su relación con el Banco Portugués de Negocios (BPN), intervenido en 2008 por supuestas irregularidades. Además, le acusan de haberse beneficiado con operaciones de la entidad bancaria. Debido a esta tensión que se ha vivido en la campaña, una clara victoria de Cavaco Silva tendría como consecuencia una aún más difícil cohabitación en el futuro entre un jefe de Estado conservador y el jefe de Gobierno socialista.

La Constitución atribuye al presidente el derecho a disolver el Parlamento y convocar elecciones, una posibilidad con la que se ha especulado en las últimas semanas en Portugal debido a la crisis que vive el país, pero que el mandatario luso quiere reservarse para casos extremos, según ha manifestado él mismo. Y sobre los socialistas se cierne una nueva debacle, después de las últimas dos elecciones: en los comicios presidenciales de 2005, su candidato, Mário Soares, no tuvo ninguna oportunidad contra Cavaco Silva, mientras que en las elecciones parlamentarias de 2009, Sócrates perdió la mayoría absoluta y, desde entonces, dirige un gobierno en minoría.