LAS redes tejidas por capos de la droga con políticos, empresarios y policías mexicanos son reveladas en el libro Los señores del narco, escrito por la periodista Anabel Hernández, quien será protegida por escoltas tras haber recibido amenazas de muerte. Hernández explica que para escribir este libro, el cuarto en su carrera, tuvo que sumergirse durante cinco años en expedientes, investigaciones policiales y documentos desclasificados de agencias de EEUU.
Un narcotraficante "iletrado" -con apenas tres años de educación primaria- como es Joaquín El Chapo Guzmán, por sí solo no podría hacer todo eso sin el contubernio de las autoridades, asegura la periodista.
"No es la primera vez que tengo escoltas, a lo largo de tres años he tenido dos veces por parte de la empresa para la que trabajo, pero hoy ya serán de la Procuraduría (fiscalía) de la capital mexicana porque la envergadura de la amenaza es ya mayor", afirma. Y asegura que no va a salir del país ni a solicitar asilo político porque no quiere irse de México; "yo no soy la delincuente, yo soy la periodista". Para Hernández, en la historia del narcotráfico en México el poder político fue clave en su desarrollo, pues durante décadas se le toleró a cambio de que cumpliera ciertas reglas: pagar una cuota (tipo impuesto) y no generar un mercado local de drogas. Eran épocas del dominio del Partido Revolucionario Institucional (PRI, que gobernó México de 1929 al 2000 ) y cuando los narcotraficantes mexicanos no eran tan poderosos porque sólo se dedicaban al cultivo de marihuana y amapola.
Pero en la década de 1980 los intereses y ambición de los políticos cambiaron, al tiempo que los capos mexicanos comenzaron a entrar en contacto con los colombianos y meterse en el trasiego de cocaína. De esas conexiones la CIA hizo la vista gorda pues los narcos mexicanos le sirvieron para su objetivo de derrocar al régimen sandinista, ya que contrarrevolucionarios nicaragüenses se entrenaban en un rancho del capo Rafael Caro Quintero.
Las autoridades mexicanas comenzaron entonces, según la periodista, un trato cara a cara con los narcotraficantes para usar el dinero negro en campañas políticas y para beneficio propio, pues ya se manejaban grandes cantidades. A su juicio, con la llegada al poder del conservador Partido Acción Nacional (PAN), en 2000, las autoridades cambian las reglas del juego y comienzan a proteger a un cartel, el del Chapo Guzmán y se da un giro histórico ya que este grupo comienza a invadir otros territorios y se desata la violencia.
"Es ahí cuando empieza la guerra entre los narcos. En mi libro señalo que lo que hemos visto en esta década no es una guerra contra el narcotráfico, es una guerra entre narcotraficantes". En un momento "los narcos fueron marionetas, pero hoy por hoy se sientan a la mesa con políticos, policías y empresarios como iguales", refirió. Pero hace un matiz: "A los empresarios los ven como iguales, porque al lavarles el dinero corren un riesgo real, pero a los políticos y policías los ven como sus sirvientes", a quienes les aplican el lema "el que paga manda".