"Muy mal. Estoy enfadadísima". Dolors Freixas, barcelonesa de 68 años, se mueve de un lado a otro del recibidor de la Agrupación Socialista de Ciutat Vella, en Barcelona. No está para bromas. La debacle del PSC ha traído ambiente de funeral a esta sede ubicada en la calle de los Ángeles, en el Raval. El barrio, con gran peso de la inmigración y situado en pleno centro de Barcelona, ha tenido relevancia durante las elecciones por las caceroladas organizadas por sus vecinos para protestar por las malas condiciones en las que se encuentra. Como en Cataluña no se estilan las Casas del Pueblo, los simpatizantes socialistas se reúnen en sus sedes sociales, más parecidas a un local de oficinas. Hoy (por ayer) no se celebra la habitual tertulia política que los militantes de la zona tienen por costumbre realizar en este centro situado junto al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, en una plaza más conocida por los patinadores que desafían las leyes cívicas del Ayuntamiento y los ciudadanos de origen paquistaní que ofrecen cerveza a un euro. "Esto es consecuencia de la crisis. Pero la sociedad culpa a quien no debería", argumenta Freixas, que se pregunta "a dónde nos va a llevar la derecha". La resaca del escrutinio llega cargada de pesimismo, con pocas ganas de hablar y sin entrar en demasiados detalles.

Después del golpe electoral, apenas cuatro simpatizantes del PSC se han acercado a la sede. Todos ellos superan la edad de jubilación. No es lo habitual, reconoce la trabajadora que atiende en el mostrador, que indica que, generalmente, se percibe una mayor afluencia. Aunque también hay que tener en cuenta que el centro abre a las 18.00 horas y que hoy se juega el clásico Barça-Madrid, el verdadero evento en Barcelona de este fin de semana. "No hay tertulia", explica Inma Degisbart, que también supera la sesentona. De hecho, el encargado de organizar este tipo de eventos tampoco se ha molestado en acudir. Ante las preguntas sobre el día después, las caras largas se modifican por abierta hostilidad. "De las encuestas tendríais que saber vosotros, los periodistas, que sois los que las publicáis", considera Dolors Freixas, que achaca la debacle al mensaje emitido por los medios "desde Madrid", culpa a los periodistas de "explicar todo al revés" e insta a preguntar "a los de arriba". "Son ellos los que tienen que opinar", insiste.

Para esta hora, el candidato socialista y president en funciones, José Montilla, ya había anunciado su intención de renunciar a su escaño con el objetivo de facilitar la renovación interna. Aunque en esta sede socialista no hay reproches para Montilla. "Si se va, bien. Pero si no, será bienvenido. No vamos entrar ahora en críticas con lo que ha tenido que aguantar", considera Freixas. Esta es la única referencia, prácticamente de soslayo, hacia el tripartit. Cualquier pregunta respecto a la experiencia en el gobierno recibe el silencio como respuesta.

A la hora de analizar el descalabro, las opiniones de estos cuatro socialistas entrados en años van desde la resignación hasta la sorpresa. "Ha salido torcido. Habrá que trabajar, reponerse y mirar al futuro", destaca Helena Suárez, que reconoce que tenía "asimilado" un resultado como el del domingo. Una reflexión que no comparte Inma Degisbart, que asegura que no creía en una derrota "tan fuerte". De los cuatro militantes socialistas, el único hombre es quien menos ganas tiene de hablar. Ni siquiera quiere dar su nombre. "Si yo fuese el que mandase…" es la única reflexión que sale de su boca. Se nota en la cara que lleva un enfado monumental. Así que opta por salir de escena. No le hace mucha gracia hablar con la prensa y trata de meter prisa para que la entrevista termine cuanto antes. "No vamos a llegar a tiempo para ver el fútbol", se excusa.