israel ha tenido desde su creación en 1948 un inmenso apoyo en la opinión pública internacional. Las escalofriantes imágenes que llegaron a la prensa tras la liberación de los campos de concentración nazis horrorizaron al mundo y despertaron la simpatía internacional hacia un pueblo que había sido exterminado por los nazis. El antisemitismo, muy habitual en Alemania, Francia, Gran Bretaña, etc., fue superado por la empatía con un pueblo mártir. En ese contexto Israel comenzó su andadura, con la esperanza de crear un Estado en el que los judíos pudiesen sentirse seguros y vivir en armonía con sus vecinos árabes. El Estado de Israel fue al comienzo una llama de esperanza de que el mundo podía convertirse en un lugar mejor.
Desde entonces han pasado muchas cosas, y todas las partes han cometido barbaridades en diversos momentos. Pero no se trata de averiguar quién empezó, como hacen los niños, sino de valorar la situación actual. Podemos decir que aquel inmenso capital político y moral que disfrutó Israel tras la Segunda Guerra Mundial ha desaparecido. De ser la víctima, un errante pueblo sin Estado, ha pasado a ser la potencia regional, un Estado militarizado con tecnología punta facilitada por EEUU y armas nucleares. De ser un Estado laico volcado en crear un Estado donde árabes y judíos pudiesen convivir, ha pasado a ser un Estado cada vez más teocrático y fundamentalista que no quiere convivir con los árabes que viven ni en sus fronteras (Gaza, Cisjordania) ni dentro (un 20% de su población). Cada vez tratan peor a todos los no judíos.
Aun más, de ser la niña bonita del derecho internacional, apoyada por las Naciones Unidas y protegida por el veto de EEUU, que impide -todavía hoy lo hace- cualquier condena del Consejo de Seguridad, su relación con Washington ha pasado a estar cada vez más cuestionada. Hoy son muchos los analistas y ciudadanos norteamericanos que se plantean si defender a Israel con toda su diplomacia y ejército, es realmente su interés nacional o han pasado a ser rehénes del poderoso lobby judío. Obama ya ha comenzado a lanzar señales a Tel Aviv de que seguirán apoyándoles, pero que deberán cumplir las obligaciones internacionales y los acuerdos de paz que firmaron hace unos años y que establece la necesidad de crear un Estado palestino.
El problema es que Israel se siente tan fuerte en lo militar y en lo diplomático, porque ningún país occidental quiere ser el primero en levantar la voz y ser acusado de antisemita, que hace caso omiso de todas las advertencias y del más elemental sentido de la prudencia. De hecho, han actuado tan arrogante y unilateralmente como los propios EEUU de Bush. Y debemos recordar que EEUU se vio obligado a cambiar. Nadie puede actuar de esa manera por mucho tiempo, ni siquiera la única superpotencia mundial.
La matanza de civiles de la Flotilla de la Libertad no es más que el último acto de un Estado que ha perdido de vista la realidad política y no se da cuenta de que cada vez tiene menos apoyos, dentro y fuera. También dentro de Israel hay muchos ciudadanos que no comparten esta política de dureza extrema. Hay muchos que quieren vivir en paz con los palestinos y el resto de pueblos árabes, y también son duramente reprimidos por las autoridades. Hay miles de jóvenes israelíes pacifistas que se niegan a apoyar al Ejército y protestan con cada nuevo ataque a Gaza o Cisjordania. Jóvenes y viejos que están hartos de vivir en un permanente estado de guerra y que son acusados de traición a Israel.
En cualquier caso, del mismo modo que los EEUU pasaron de ser el campeón de la libertad en la Segunda Guerra Mundial a ser un odioso imperio, criticado hasta por la fiel Alemania, los israelíes también han pasado de ser las víctimas más queridas a los verdugos más sangrientos. Hasta los mejores amigos de la causa judía cada vez tienen más difícil defender lo indefendible.