Brasilia. José Serra fue proclamado ayer candidato presidencial de la oposición brasileña, y desde el principio quiso marcar sus diferencias con la "demagogia" que atribuyó al Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y a la abanderada del partido gobernante, Dilma Rousseff.
Economista, ex gobernador y alcalde de São Paulo, ex diputado y senador, Serra asumió la candidatura para las elecciones del 3 de octubre por los partidos de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Popular Socialista (PPS) y Demócratas (DEM), en un acto celebrado en Brasilia ante unas 2.500 personas.
El socialdemócrata prometió que, en caso de ganar, gobernará "sin demagogia, propaganda ni bravatas", "sin dividir a los brasileños entre pobres y ricos", y sí con "honestidad, verdad, carácter, coherencia y perseverancia", valores que consideró "esenciales en la política y el poder".
Serra, de 68 años, aventaja actualmente en todos los sondeos por entre 5 y 9 puntos porcentuales a Rousseff, quien tiene el respaldo personal de Lula, cuya popularidad se sitúa por encima del 75%. Si bien reconoció que Brasil ha mejorado durante los siete años que Lula lleva en el poder, Serra afirmó que esos avances han sido producto de un proceso que comenzó en 1985, cuando el país recuperó la democracia tras 21 años de gobiernos militares. En cuanto a la estabilidad económica que disfruta el país, Serra la atribuyó a la gestión de Fernando Henrique Cardoso, en cuyo Gobierno fue ministro de Planificación y de Salud.
También reafirmó su convicción en los tratados de libre comercio para mejorar la situación de las empresas brasileñas, y afirmó que "en los últimos años, mientras en el mundo se firmaban más de cien convenios (de ese tipo), Brasil sólo firmó uno: el del Mercosur con Israel, que aún no está en vigor".