En la apertura española no hay defensa que asegure a las negras igualdad, pero tampoco variante que asegure a las blancas la victoria. El desarrollo del juego suele derivar en partidas desequilibradas en las que el resultado final depende de la pericia de los jugadores. Esta apertura de ajedrez podría definir el juego que sobre el tablero desarrollan socialistas y jeltzales por el liderazgo de la escena política, cuyo último episodio se ha vivido esta semana en torno al decálogo de acuerdos a explorar propuesto por el Gabinete de Patxi López al partido presidido por Iñigo Urkullu.

La apertura española, sugieren los entendidos en ajedrez, tiene virtudes para las blancas porque desprotege al peón negro que controla el centro del tablero, con el respaldo escorado del alfil, y ofrece posibilidades de debilitar el flanco de dama. El Gobierno de Patxi López dio un golpe de efecto sobre el tablero lanzando a su peón de rey, en un intento por reivindicar la iniciativa política que el primer partido de la oposición denunciaba como desaparecida.

El peón de rey avanzó con el anuncio de una cita con el líder de la oposición con vocación de "institucionalizar" sus relaciones, obstaculizado por la inmediata maniobra del portavoz socialista en el Parlamento Vasco, José Antonio Pastor, quien al calor de la reciente operación de la Ertzaintza contra ETA en Bizkaia y Gipuzkoa cuestionó el compromiso de anteriores Ejecutivos en la lucha contra el terrorismo.

cara a cara en el tablero

Una partida bronca

Intencionadamente o no, y más allá del esperable rifirrafe público, las palabras de Pastor tuvieron el efecto de redefinir la agenda de la reunión que el lehendakari y el presidente del Euzkadi Buru Batzar mantuvieron el pasado 29 de enero. El martes previo, horas después de las polémicas declaraciones, el PNV emitía un duro comunicado en el que consideraba que "el Partido Socialista ha cruzado la línea de lo permisible en política. El lehendakari López y secretario general del PSE tiene tiempo hasta su comparencia en la Diputación Permanente -ese jueves- para aclarar si comparte las descalificaciones de su portavoz parlamentario y para expresar sus verdaderas intenciones y objetivos en torno a la reunión del viernes".

El tono de ultimátum de aquella nota revelaba que la tensión entre socialistas y jeltzales estaba en su máximo nivel, una situación, por otra parte, nada nueva en esta legislatura. En esta pugna que ambos dirimen sobre el tablero por el liderazgo de la iniciativa política y la bandera del diálogo, el más claro exponente de ese tira y afloja es el que protagonizan el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, y el Gobierno Vasco en torno, más concretamente, al proyecto foral de ampliación del Guggenheim en Urdaibai. Un enfrentamiento al alza y con algún desafío verbal por el camino al que el diputado general vizcaíno dio la vuelta el pasado lunes dando a conocer el envío de una carta al lehendakari en la que ofrecía una mesa de diálogo sin plazos -la Diputación ya había anunciado que las obras se iniciarían en 2011- para intentar llegar a un acuerdo.

La dejada de Bilbao fue replicada con otra del Gobierno Vasco, que rebajó el nivel de conversaciones que pretendía el diputado general, dejando expresamente el tema en manos de las consejeras de Cultura y Medio Ambiente. Pero esa pugna por la bandera del diálogo culminó el pasado miércoles -por ahora- en la enésima escaramuza entre ambas instituciones -al fin y al cabo en este arranque de legislatura el Gobierno Vasco parece haber encontrado en la Diputación vizcaína a su alter ego opositor, en parte también imbuidos ambos por el ambiente preelectoral de cara a las forales de 2011-, con un cara a cara en el que ninguno citó la ampliación del Guggenheim pero en el que lehendakari y diputado general dejaron claro que, hoy por hoy, un acercamiento es muy complicado: si Bilbao pidió consensos "en otros temas" y dejar el "regate en corto", López advertía de que "lo que no se va a aceptar de ninguna manera son imposiciones de parte que determinen el futuro de todos". Avisos a navegantes.

negras se defienden

Lo mejor, un buen ataque

Volviendo a aquella reunión del 29 de enero, y tensiones al margen, lo innegable es que ambos interlocutores -Patxi López e Iñigo Urkullu- acudían con temas en agenda susceptibles de aproximación. Por otra parte, y como punto de partida, hay que recordar dos elementos previos. Primero, que el acuerdo presupuestario fraguado entre socialistas y jeltzales en todas las instituciones vascas en las que gobiernan ha sido rentabilizado fundamentalmente por el PNV -principal beneficiado al poder sacar adelante las cuentas de las tres diputaciones- y que el PSE-EE no ha podido capitalizar los Presupuestos vascos menos contestados de la última década, lastrado por su pacto con el PP y por el bloqueo negociador de las enmiendas parciales.

En segundo lugar, la decisión del lehendakari de presentar en un acto público en Lehendakaritza ante los altos cargos de su gobierno las principales líneas de actuación previstas por su Ejecutivo, sin haber atendido antes las demandas que la oposición parlamentaria le había hecho para que presentara un programa de gobierno, acabaron por enrarecer las ya tensas relaciones con el primer partido de la oposición, que vio en esta presentación una oportunidad de lanzarse al tobillo del Gobierno Vasco criticando un acto que consideraron poco menos que propagandístico -todavía coleaban los decepcionantes datos del Euskobarómetro de diciembre, que habían causado honda preocupación en buena parte del PSE- y forzando una inédita comparecencia del lehendakari ante la Diputación Permanente, justo la víspera de su reunión con Urkullu.

dama blanca

El aliado que cubre el flanco

De la reunión da la medida un detalle: ninguno de los interlocutores se quedó en Lehendakaritza para dar cuenta ante la prensa del acuerdo; Patxi López lo hizo en Eibar, durante una visita oficial, e Iñigo Urkullu, en Sabin Etxea. Ambos quedaron pendientes de que el Gobierno elaborara un "decálogo de materias coincidentes" sobre el que iniciar un proceso de negociaciones sectoriales, decálogo que se conoció a través de tres periódicos el pasado martes, horas antes de que el documento llegara vía mensajero a Sabin Etxea. El gesto no gustó nada a los jeltzales, haciéndoles dudar "de la disposición del lehendakari y su Gobierno a un trabajo conjunto"; el contenido tampoco les convenció demasiado, como dejó patente ayer Urkullu.

La ausencia en ese documento de ninguna mención a las demandas sobre cumplimiento del Estatuto y revisión del marco estatutario planteadas por Urkullu no hace sino echar más leña al fuego. A todo ello se suma el inmediato ultimátum del PSE-EE, conminando al PNV a responder a la oferta negociadora mañana a más tardar -lo demás son "excusas", a juicio de los socialistas, que esperan una réplica tras la reunión de los lunes del EBB-, y la inevitable sombra del PP. Porque en esta compleja partida hay una pieza relevante que se mantiene protegida en retaguardia, la dama blanca.

López tiene pendiente una reunión dentro de diez días con Antonio Basagoiti, encuentro que ha venido precedido de otro preparatorio entre las comisiones de seguimiento del acuerdo de bases, en el que los populares demandaron acción al Gobierno y en el que ambas partes se pusieron de acuerdo en torno a esos primeros movimientos, por ejemplo, en materia de adelgazamiento de la Administración pública.

Esa reunión llegará tras un importante intercambio de altisonantes palabras en torno a la libertad de elección de modelo lingüístico en la campaña de matriculaciones escolares que acaba de concluir y sobre ella penderá también el cuestionamiento que ha repetido una y otra vez Iñigo Urkullu sobre qué margen dejará el PP al lehendakari a la hora de avanzar en eventuales acuerdos sobre el traído y llevado decálogo.

El Gobierno Vasco ha puesto el 30 de abril como límite para una primera fase de puesta en común con los jeltzales, que debería concretarse en una segunda para estudiar objetivos concretos antes de las vacaciones de verano. Pero eso parece quedar aún muy lejos. Ahora, el juego parece moverse en terrenos defensivos, más tendentes al enroque.