estocolmo. El uso responsable de los avances y descubrimientos científicos fue el mensaje que los premios Nobel transmitieron a los académicos durante la ceremonia de entrega celebrada ayer en Estocolmo, donde, entre el protocolo, se filtró la emoción gracias a la escritora Herta Müller. "Mientras las nuevas tecnologías crean nuevas posibilidades, todos sabemos que el progreso tecnológico por sí mismo no garantiza un incremento de la prosperidad", aseguró el miembro de la Real Academia de las Ciencias de Suecia, el profesor Tore Ellingsen.

Ellingsen entregó, no en vano, un premio Nobel de Economía en plena crisis financiera internacional, que fue recogido, por primera vez desde su creación en 1969, por una mujer: la estadounidense Elinor Ostrom, junto a su compatriota Oliver E. Williamson, por sus estudios sobre el gobierno económico.

Ostrom ha estudiado cómo los bienes comunes pueden ser gestionados por sus propios usuarios, mientras que Williamson ha recibido el galardón por estudiar los límites de las grandes empresas y su eficiencia al resolver conflictos de intereses.

con nombre propio A pesar del hito histórico conseguido en Economía, la escritora rumanogermana Herta Müller, otra de las cinco mujeres premiadas ayer, fue la indudable protagonista de la gala. Única premiada en solitario, fue presentada por el miembro de la Academia Sueca, Anders Olsson, como una mujer a la cual "la experiencia de la opresión le ha privado de la paz". El primer premio entregado, no obstante, fue el de Física, para los estadounidenses Charles K. Kao, por la invención de la fibra óptica que rige ahora las telecomunicaciones, y Willard S. Boyle y George E. Smith, por la invención del sensor CCD, que ha revolucionado el tratado digital de la imagen. La israelí Ada E. Yonath, el estadounidense de origen indio Venkatraman Ramakrishnan y su compatriota Thomas E. Steiz, Nobel de Química, fueron los siguientes galardonados por conseguir el mapa atómico tridimensional del ribosoma.

Finalmente, cabe destacar que los tres médicos estadounidenses Elizabeth H. Blackburn, Carol W. Greider y Jack W. Szostack recogieron el Nobel de Medicina por haber conseguido estudiar el funcionamiento de los telómeros y la enzima telomerasa, piezas clave en el proceso de degradación celular y llave para frenar la multiplicación de las células cancerígenas.