l nombre de Dmitry Piterman ha vuelto a los titulares en los últimos días y uno no puede hacer sino recordar aquellos meses en los que quienes seguíamos la actualidad del Alavés pasábamos casi más tiempo en las dependencias del Palacio de Justicia -escuchar la defensa de Javier Tebas resultaba hilarante- que en los escenarios donde rodaba un balón. En días en los que se dirimía la supervivencia de un club expoliado por el ucraniano y compañía -que no han sido los únicos que se han valido del Glorioso en beneficio propio ni tampoco tienen la exclusiva de hacer un butrón por su desastrosa gestión-, quien sabía un poco de leyes ya nos aseguraba que meterle mano a esta tropa iba a resultar extraordinariamente complicado. Del dinero que voló, si te he visto no me acuerdo. Pronóstico que el tiempo se ha encargado de corroborar y que seguirá confirmando cuando se produzcan en el futuro nuevos pasajes de esta historia que ya estaba olvidada, más que nada por la certeza de que no se va a poder recuperar nada de lo que se llevaron. Porque, además de una reparación que vaya más allá de sentencias que serán papel mojado, la carrera contra el tiempo de la Justicia -tres lustros han pasado- la convierte, sea cual sea el resultado, en menos justa.