e acuerdan allá por marzo? Supongo que navegábamos entre la incredulidad, el miedo, la estupefacción y la ingenuidad. Esos aplausos en los balcones a las ocho de la tarde. Aquellos meses en que sonaba la matraca del Resistiré a toda pastilla y a todas horas. Aplaudíamos a los trabajadores de la sanidad, esos que se estaban jugando la vida para atender al tsunami de enfermos sin saber aún muy bien a qué se enfrentaban, sin medios para hacerle frente, intentando curar, acompañando en la muerte. Esto se dice muy fácil, pero no alcanzo siquiera a imaginar el sufrimiento personal -ya no hablo de cuestiones profesionales- que ha tenido que pasar el personal de las UCI, por ejemplo, sabiendo que ese paciente, y ese otro, y el de más allá, no saldrían adelante y que fallecerían sin su familia cerca. Y ahí están otra vez, sin tiempo para recuperarse de eso que hemos llamado primera ola, combatiendo la segunda. Pero ya no suenan aplausos. Creo que hay mucho cansancio, mucho sufrimiento y mucha mala leche y en buena medida muy justificado todo. Pero, por lo que nos va a todos, me quiero acordar de ellos. Y acordarse de ellos no son aplausos, es dotarles de medios suficientes y ser todos nosotros responsables.