a vida, en ocasiones, protagoniza giros de guion interesantes, capaces, por sí solos, de poner patas arribas cualquier tipo de apriorismo establecido. Escribo esto porque sigo con denuedo y horror el espectáculo gratuito que están ofreciendo los prebostes de las distintas administraciones con mando en Madrid. De primeras, y sin haber puesto un pie en aquellos lares desde hace siglos, uno parte de la base de que los gobernantes, independientemente del color político al que estén adscritos, tienen la misión de velar por el bien común y de sacrificarse por el bienestar de sus convecinos. Sin embargo, tras observar y escuchar el sainete protagonizado por Díaz Ayuso, Illa, Sánchez, Almeida y demás -bien es cierto que cada uno con sus pecados particulares y su grado de responsabilidad-, la lealtad y el respeto institucionales, las decisiones atendiendo a las necesidades de la población, el rigor en la toma de decisiones y el sentido común han brillado por su ausencia, dejando a los citados y a muchos otros a los que no cito por la brevedad de esta reseña a la altura del barro. Supongo que peco de bisoñez si les digo que esperaba otro tipo de actitud ante esta segunda ola del coronavirus. Está visto que algunos no aprenderemos nunca. ¡Qué país!