na de las principales lecciones que esta tremenda crisis nos puede enseñar es que hay sectores esenciales para la Humanidad que no pueden estar en manos privadas. Porque no es compatible que el bien común dependa de unos balances de gastos e ingresos con la obligatoriedad de arrojar beneficios. La naturaleza del empresario privado es ganar dinero, siquiera con el argumento de mantener a su familia y al resto de trabajadores que dependen de su negocio y con la lógica aplastante de que existen sueldos y pagos a los que debe hacer frente cada mes. Más allá de la avaricia de cada uno, que esa es otra vara siempre difícil de medir. Con la llegada del coronavirus se está comprobando la irresponsabilidad de algunos dirigentes políticos al apostar por la privatización de la Sanidad. Madrid es el ejemplo más claro de ello, con menos hospitales, camas y profesionales que antaño para pagar favores y saciar la voracidad de algunos amiguetes. Las residencias de ancianos son otro sector de la sanidad demasiado escorado hacia lo privado. El ánimo de lucro pesa sobre el bienestar de nuestros mayores y eso no puede ser. A ver si aprendemos de esta y, ya de paso, extendemos esta primacía de lo público hacia otros valores esenciales como la electricidad, el gas, el agua o el transporte.