El pedazo de bocadillo de choped que en ese momento saboreaba con deleite siguió el camino incorrecto a la hora de acceder al aparato digestivo, circunstancia que contribuyó especialmente a aumentar exponencialmente el grado de surrealismo de la escena en el salón de mi casa. En mi descargo he de decir que, aparte de ser un ser altamente influenciable, lo que recogía en aquel instante el especial informativo de la televisión, que se fijaba preferentemente en lo que se decía desde la bancada de la oposición en el Congreso al actual Gobierno, ayudó a fraguar, y de qué manera, un atragantamiento de los que sólo se sale montando el espectáculo padre. Escuché de todo, y todo lo dicho me asustó hasta límites insospechados. Y no es para menos. Fíjense que mientras lo engullido regresaba al meeting point, desde el estrado se hacía referencia a la filiación de quienes iban a formar parte del Ejecutivo de la nación, entre los que no faltaban comunistas, etarras, separatistas de toda índole y condición, enemigos de España y bolivarianos de lo más intrigantes. Tras recomponer la compostura después de mi incidente casero, me puse a temblar. Vaya futuro. Menos mal que en los llamados a confrontar con esa exuberancia demoniaca están los adalides de la calidad democrática. Qué seríamos sin ellos...