El año está ya en esa fase en que parece una bayeta que retuerces para escurrir el agua. Solo así puede entenderse que un partido de fútbol haya acabado convertido en una especie de ejercicio de los SWAT, ya sea para manifestarse y reivindicar, unos, o para hacer ver que aquí no pasa nada, los otros. Lo que vendría a evidenciar que la política en estas latitudes se está dirimiendo por lo general en términos futbolísticos, pero en la peor versión que puede ofrecer el fútbol. Poco o nada de respeto al rival, deportividad, fair play, esfuerzo, sacrificio, virtuosismo, equipo, liderazgo, blablablá. Vamos más bien al forofismo peor entendido, al blanco o negro, conmigo o contra mí, maniqueísmo en vena. La bayeta la hemos retorcido demasiado, me temo, este año. Tres campañas electorales en doce meses, una de ellas versión 2.0 por la imposibilidad de llegar a un acuerdo para formar gobierno que sumó la cuarta cita con unas generales en cuatro años. Es solo un detalle, una medida del complejo y deprimente escenario político en el que nos movemos. Y quizá, por aquello de que fútbol es fútbol, convendría no olvidar que política es política, el gobierno de la cosa pública, la representación de la ciudadanía para la ciudadanía, el arte de lo posible... y de lo imposible muchas veces. A ver si 2020 viene más virtuoso.