a catástrofe ocasionada por la brutal explosión que tuvo lugar hace una semana en el puerto de Beirut, además del dramático coste en vidas humanas -más de 160 muertos y más de 6.000 heridos-, con decenas de miles de familias que han perdido su hogar, y el fuerte impacto en la propia economía local, ha puesto aún más de relieve la situación de un país, Líbano, con un estado prácticamente fallido, corroído por la corrupción y los conflictos étnicos y religiosos y arruinado. La dimisión ayer de todo el Gobierno, con su primer ministro, Hasan Diab, a la cabeza, es fruto de la lógica presión del pueblo libanés, harto de soportar una administración incapaz y corrupta contra la que venía protestando desde mucho antes de la explosión de 2.750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas sin control alguno. La dimisión en pleno del actual Ejecutivo era una consecuencia absolutamente natural de su evidente negligencia y una premisa inexcusable para que Líbano pueda acometer las reformas de todo tipo necesarias que tanto la población del país como la comunidad internacional le exigen. En este contexto, Líbano necesita un doble rescate, imprescindible para su supervivencia. En primer lugar, y por la urgencia derivada de la grave situación humanitaria que ha dejado la explosión, precisa de ayuda económica de emergencia para paliar tanto los primeros efectos de la catástrofe como de la crisis económica que se ha agravado aún más. Los fondos aprobados tras la reunión de la conferencia de donantes formada por una quincena de jefes de Estado y de Gobierno y representantes de otros países e instituciones internacionales que, bajo la coordinación y vigilancia de la ONU, recibirá Líbano significarán, sin duda, un alivio pero no será suficiente para su recuperación total. Pero, además, tal y como le han exigido los distintos países, la UE, el FMI y la propia ONU, Líbano está obligada a aplicar “las medidas oportunas y las reformas que espera el pueblo libanés”, que no ha cejado ni un día en sus protestas con ese mismo objetivo. Un doble rescate, económico pero también de carácter político y social, imprescindible para la supervivencia de Líbano. Junto a ello, y para dotar de confianza y garantía a las reformas, es imprescindible también una investigación imparcial e independiente sobre todos los aspectos que provocaron la criminal explosión.