as imágenes de aglomeraciones festivas con motivo de la celebración en Gasteiz del título de la ACB logrado por Baskonia, o de fiestas populares como las de La Guía en Portugalete, San Marcial en Irun o San Pedro en Sopela, así como las que anteriormente se habían producido en Gorliz, también en otros lugares, causan una severa preocupación pese al general juicioso comportamiento que muestra la sociedad vasca respecto a las medidas de distanciamiento social y prevención frente a la covid-19. Esos precedentes, aunque hayan sido puntuales, exigen una llamada a la responsabilidad individual, también colectiva, ante el inmediato horizonte de festividades en la mayoría de las localidades vascas durante los meses de julio y agosto y el riesgo a que actitudes similares se reproduzcan pese a la prudencia institucional en la suspensión este año de la mayoría de los festejos. Dicha responsabilidad, además, no se ciñe únicamente a determinado colectivo o franja de edad, en este caso la juventud aunque por estar siempre más dispuesta a la celebración sea preciso extremarla en su caso. Las actitudes imprudentes en cuanto a distanciamiento social e higiene preventiva se extienden a numerosas actividades de ocio, no necesariamente ligadas a festividades concretas, como se ha podido comprobar también en la afluencia a las terrazas, el aforo de los establecimientos de hostelería o la aglomeración en las playas. Y no se trata de que las instituciones extremen el control, que también, como la consejera de Salud, Nekane Murga, ya ha avanzado que sucedería de ser necesario, sino de la comprensión unánime de que esas actitudes irresponsables, por acotadas en tiempo y espacio que estén, conllevan un riesgo cierto de transmisión del virus y, peor aún, de que dicha transmisión implique una mucho mayor complejidad de control que en el caso de los contagios en grupos familiares o socialmente reducidos. La responsabilidad pasa por el ejemplo, también por la advertencia y hasta la sanción si fuese necesario. Pero sobre todo pasa por recordar que que las posibilidades de ocio, que el comercio y los negocios -y en este caso no se trata solamente de la hostelería- tan castigados por el confinamiento, que la normalidad, vieja o nueva, no van a recuperarse en dos dias... pero sí pueden perderse, quizá definitivamente, si la irresponsabilidad se convierte en rebrote y es preciso recomenzar de nuevo.