e eduqué en un colegio de curas. Para bien y para mal. Recuerdo mis viejos libros de texto, y entre ellos uno que se llamaba Cortesía juvenil. El librito nos explicaba normas básicas de comportamiento social. Cosas como saber cuándo y cómo te tenías que arrodillar si te cruzabas con el cura y sus monaguillos portando el viático. Eran cosas sin sentido, o no.

He leído estos días que a esa gente a la que pagamos para que velen por nuestra seguridad les van a dar cursillos para que sean más majos. Me parece bien. Esto es como cuando vas a un cursillo de osakidetza para dejar de fumar y te explican que no eres un vicioso, sino un enfermo. Y en esta "patía" de fumar, como en muchas otras "patías", el paso uno es reconocer que tienes un problema. Los cuerpos policiales en conjunto tienen un problema. Generan más temor que la tranquilidad que proporcionan, y es bueno que sean conscientes de ello y se lo hagan mirar. Porque habrá mucho experto haciendo power points, pero la cosa es más sencilla. Los vestimos más amables, no con esa pinta de power force. Les explicamos que da mal rollo que hablen con los pulgares en el cinturón. Les decimos que escuchen, que es importante que sepan que están a tú servicio, no a su capricho, y que claro que alabamos sus intervenciones, pero que el enemigo no somos nosotros en general. Es bueno que alguien reconozca que tenemos un problema si, aun siendo ciudadanos probos, tememos la aparición del uniformado porque no sabemos cómo va a terminar la cosa. Modestia, humildad, y empatía, y si alguien no sabe cómo se les puede educar en eso, que no les lleven a jugar con escopetas de pintura a un campo de esos paramilitar, que les pongan un par de días a llevar un bar. Y si eso no vale, recuperamos el viejo texto y les enseñamos cortesía juvenil, que jóvenes seguimos siendo, y como buenos alaveses, corteses también.