a buena noticia en la pandemia del covid-19 es que ya hay vacunas. Pero solo las hay para quien se la pueda pagar. Bueno, no él o ella individualmente, sino la nación a la que pertenezca. Porque en estos momentos, con las vacunas recién aprobadas y apenas saliendo a raudales de los laboratorios, los países ricos han acaparado -mejor dicho, reservado- dosis masivas de los fármacos€ en tanto que las naciones más pobres están haciendo cola. Cola para que les den las vacunas regaladas o a muy bajo precio; el que pueden pagar.

Así, la séptima parte de la población mundial tiene apalabrada la mitad de la producción de vacunas para este año. Y concretando los ejemplos, Australia, Canadá y el Japón tienen un 1% de la contaminación mundial, pero han pre comprado el 17% de la producción global de vacunas del 2021.

Naturalmente, no es solo el dinero lo que genera esa desigualdad. Factor tanto o más importante es que la investigación científica y las instalaciones industriales necesarias para inventar y elaborar las vacunas son extremadamente caras y complicadas. Hoy en día hay tan solo una docena de naciones en el mundo con esta capacidad. Téngase en cuenta que, además, concebir y fabricar una vacuna es muchísimo más caro que producir un fármaco simple, cómo -por ejemplo- los antivíricos para combatir el HIV, virus causante del sida.

Tampoco es egoísmo cerril de los Estados ricos acaparar vacunas. Simplemente, los Gobiernos van a tientas con un desafío totalmente desconocido y así dan muchos palos de ciego. Y uno de los pocos puntos de referencia al que se agarran es el de que hace falta vacunar al 70% de una población para alcanzar la inmunidad global. Sin olvidar que también se va a ciegas con la duración de la inmunidad que dan las nuevas vacunas. Lo más probable es que el ritmo de mutación del virus covid-19 sea similar al de la gripe y que se tenga que revacunar a la gente cada año.

Por último, si los Gobiernos actúan de momento así en la lucha contra la pandemia, otras epidemias han generado una esperanzadora solidaridad internacional. El sida es el ejemplo más llamativo, aunque no el único ni mucho menos. Así, el HIV conmocionó a Estados, plutócratas y entidades filantrópicas en una medida que incita al optimismo. Ante la evidencia de que las naciones en vías de desarrollo no podían combatir la plaga solamente con sus recursos -en 1989 el tratamiento del sida era, proporcionalmente, más caro en África que en Suecia o los EE UU-, se generó un movimiento de solidaridad internacional que en un decenio, del 2001 al 2010, logró que los donativos para combatir la plaga en el tercer mundo pasaron de 10.800 millones de $ a 28,200 millones de $.

Claro que esa fue otra historia. Ahora el miedo impone el "yo, primero" de los ricos y poderosos. Pero en eso del miedo, hasta la Legión reconoce su primacía con el lema de que "el miedo es libre"€.La conducta ya es otro cantar.