scribirse una carta a uno mismo o a una misma, guardarla en un sobre y abrirlo cinco años después, es un ejercicio llamado "La cápsula del tiempo" que acabo de conocer. Al parecer, hay bastante gente que lo practica y que se autoescribe cartas con consejos, recordatorios, planes, para no perder el norte con los años.

Así, en esa carta que uno escribe a su yo futuro, la persona redacta sus sueños, sus ideas. Cuando la abre cinco años después, revisa cuáles de sus objetivos se han cumplido ("ese trabajo rutinario que querías dejar, esa pareja a quien querías conquistar€ ¿Has conseguido ser quien querías ser?"). También repasa la lista de deseos que escribió cinco años atrás (al estilo de la Lista de los deseos de la última película de Victoria Abril): "aprender a surfear, colarse en una boda y dormir a la intemperie en el desierto del Sahara".

De hecho, hay teorías que afirman que escribir y verbalizar los deseos ayuda a que estos se cumplan: lo llaman "visualización creativa". En estas fechas de propósitos y deseos para el nuevo año, voy a escribir los míos propios (con cautela, por aquello de "ten cuidado con lo que sueñas porque puede convertirse en realidad").

Incluso me animaré a meter mi lista en un sobre. Y si usted también se anima a ello, y me manda su carta al periódico, yo me ofrezco a reenviársela dentro de 5 años. Será mi homenaje particular al Día Mundial del Sello Postal (que celebramos cada 7 de enero en honor a su inventor en el siglo XIX Heinrich von Stephan). Es cierto que este año la efeméride ha pasado sin pena ni gloria: ¿quién quiere sellos cuando tenemos email y whatsapp? Sin embargo, las cápsulas del tiempo y los deseos viajan mejor por correo postal, aunque solo sea por el romanticismo de recibir una carta personal en el buzón, abrirla y descubrir que se la envía alguien tan especial como usted.