yer fue mi cumpleaños, uno más de mi larga lista en bucle anual que terminará antes que tarde. Tal día suelo pensar que, lo mismo que ese evento es inamovible haga lo que haga, por puras razones biológicas, habría cantidad de historias y acontecimientos que podrían haber sido diferentes si en las bifurcaciones que me ha ido ofreciendo la vida hubiera seleccionado diferente camino al elegido. Me imagino una vida con aquella novia de Arrasate que me dejó sin saber por qué, o sin mi pareja si ella hubiera seguido con aquel novio de Barakaldo, al que supongo le explicó por qué le dejó. Salgo al balcón con mi cigarrito y me imagino habiendo estudiado políticas en vez de biología, que en su día lo pensé, o habiendo vivido solo porque todas las chicas me hubieran desechado con o sin explicaciones, y me observo permanentemente malhumorado, con ropa arrugada y dando clases, además de con llagas en las manos o codo de tenista por el desmesurado uso de la soledad. Al tiempo pienso, por no pensar solo en mí, cómo sería que un partido político tenga como uno de sus principios de actuación la no construcción del TAV y el reproche hacia los demás cuando negocian presupuestos con el gobierno de Madrid para, de repente, echar todo su camino hacia atrás, encontrar la bifurcación del pasado, elegir el camino no seleccionado en su momento y aprobar presupuestos, TAV y lo que sea. Aparece ama y tras una breve charla en la que le resumo mis cavilaciones, me explica que no tiene dudas porque, aunque el suyo ya está finalizado, ella invariablemente ha sabido que el camino siempre debe seguir, con desvíos, rectas, rotondas y revueltas para, incluso, a veces reencontrarte con aquella bifurcación y volver a elegir, pero nunca volver atrás e intentar coger la ruta que no se tomó, porque el recorrido está hecho y eso ya forma parte inexcusable del trayecto de cada quien o cada cual. Eso no se puede cambiar.