umbada en la esterilla, con mi conjunto del Domyos recién estrenado, comienza la sesión. La sala está calentita. ¿Igual demasiado? Me he puesto al lado de la estufa porque venía congelada de la calle pero ahora me estoy arrepintiendo. Cómo me pica la cara con la mascarilla, madre mía... Creo que una gota de sudor me está cayendo por la frente porque también me pica. O igual es un bichito, que no creo, porque no es época ni lugar. Menudo hormiguero tuvimos este verano en la puerta de la casa del pueblo. ¡Digno de un documental de David Attenborough! Hasta que no pusimos las trampas las hormiguillas ahí, a sus anchas. Pobres. Pero ¿cómo lo haces si no? Te metías a la cama y hasta andaba alguna perdida por la almohada. Ni las arañas podían con ellas. Elena, céntrate mujer, que ibas por la relajación camino de las rodillas. Hablando de rodillas, tengo que acordarme de pedir cita para la depilación láser que, entre una cosa y otra, se pasa el tiempo y tenía que haber ido en agosto. Claro, como estábamos en el pueblo ni acordarme. ¡Elena! Caderas, ombligo, barriga, a ver cuando vuelva qué tal está el peque, que no ha comido nada. Tiene toda la pinta de gastroenteritis. Me tengo que acordar cuando salga de comprar un poco de suero pediátrico, que no tenemos en casa. Yogures también, seguro que un yogur sí le apetece. Mira, igual hacemos bizcocho de yogur para el cumple del sábado, lo puedo hacer sin gluten para que coma también Nahia. Tengo que subir del camarote los libros de recetas. ¿Me cabrán en la estantería del cuarto del fondo? Hay que darle una vuelta, que la tenemos manga por hombro. Ostras, y la bolsa de ropa que tengo en el rincón para Tatiana, que no sé ni hace cuánto le dije que se la llevaba y a este paso el bebé va a ir a primaria. Bufff. Lo siento Uxue. Definitivamente creo que todavía no estoy preparada para el yoga.