ómo ha cambiado el estadio levantinista. La renovada cubierta que reviste ahora todo el anillo, no solo una grada como anteriormente, le da una imagen de estadio moderno, una configuración muy diferente a la que tenía meses o años atrás. Por culpa de las obras, el Levante tuvo que acabar la temporada pasada en el campo de La Nucía, una localidad alicantina a unos 140 kilómetros de Valencia. En la actual llevaba disputados hasta la visita del Alavés siete encuentros, de los cuales cinco los ha jugado fuera y dos como local, pero en el campo del Villarreal. Así que era el primer partido que disputaba en el mejorado Ciutat desde hacía ocho meses. En cambio, la deseada ampliación y remodelación de Mendizorroza está en modo de espera, aguardando en el baúl de las cosas pendientes una mejor oportunidad.

La última vez que estuve allí, en febrero de 2009, el Alavés peleaba por abandonar los puestos de descenso y mirar con optimismo el futuro, más aún tras vencer por 2-3. Era el segundo encuentro del tercer entrenador al frente del plantel alavesista en esa campaña. Su rival, descendido la temporada anterior con un técnico -De Biasi- que diez años después entrenó durante siete jornadas al Alavés, intentaba acercarse a los puestos de ascenso. Al final los cuatro equipos que ocupaban las posiciones de descenso después de aquella jornada, Alavés incluido, fueron los que se precipitaron al pozo de la Segunda B. Además del preparador italiano, hubo algunos jugadores que han pertenecido a ambos clubs. Por ejemplo, uno de los goleadores alavesistas de aquella tarde, Javi Guerra, al año siguiente fichó por el Levante. Ángel Sánchez, que después de una estancia de siete campañas en el Alavés fichó ese año por el equipo valenciano, si bien no actuó aquella tarde. Por último Miguel Pérez, que sí jugó el encuentro de marras después de que las dos temporadas anteriores defendiera los colores albiazules.

En el tiempo transcurrido desde entonces, la situación ha cambiado para ambos clubs. Esencialmente uno y otro están en Primera, aunque en esta jornada era el conjunto levantino el que ocupaba una plaza de descenso. El Alavés se encontraba tres puntos por encima y un partido más disputado. Habían llegado al choque con problemas en la agenda de entrenamientos pues los dos habían notificado sendos positivos por coronavirus, que desgraciadamente ya empieza a reclamar cierto protagonismo en el fútbol a pesar de todas las medidas de seguridad que se toman. Asimismo los albiazules y los granotas comparten publicidad que deberán cambiar por imperativo legal a final de curso.

Una sensación de alivio recorría a todos los expedicionarios alavesistas, que llegaban con la autoestima bien alta tras el afortunado empate ante un negado Barça que reportó un punto casi más psicológico que efectivo. Por su parte, el Levante comenzó el choque como si el estadio en su totalidad le fuera extraño, ajeno, después del tiempo que no pisaban el remozado césped. Antes de que pudieran asentarse en él, ya le había marcado un gol en un rápido y eficaz contrataque un jugador que parecía haber perdido su olfato ante la portería rival. Este año, al contrario que el pasado que lo acapararon entre dos, hay tantos goleadores como goles. Todo iba por los cauces acostumbrados hasta que en el minuto 33 se produjo la jugada determinante que iba a cambiar drásticamente el devenir del encuentro: la expulsión de Méndez, estúpida torpeza, que lastró en exceso a sus compañeros. ¿De verdad que no tenía conocimiento de las consecuencias que acarreaba su acto totalmente insensato? Hay cosas que nunca cambian, pero ¿las aceptamos, las dejamos o las cambiamos? El descanso de la próxima semana le servirá para volver a considerar con detenimiento su actuación en Valencia, sobre todo, pero también lo hecho con anterioridad. Yo, desde luego, no advertiré su falta en el terreno de juego porque creo que hay otros compañeros que lo pueden mejorar.

Así que desde ahí hasta el final vivimos momentos que teníamos la sensación de haberlos vivido recientemente. Afortunadamente los levantinistas no tienen la calidad del Barcelona (solo se parecen en la indumentaria), aunque ocasiones tuvieron para marcar algún gol más. Pero el Alavés supo defender sus intereses con un Pacheco de nuevo espléndido e incluso llegó al área rival con peligro. No me cabe duda alguna de que si hubiéramos jugado en igualdad numérica habríamos obtenido un mejor resultado. Espero que se haya aprendido la lección y se tomen las medidas necesarias para que no vuelva a ocurrir. Y si hay que cambiar algo, se cambia.

El Levante comenzó el choque como si el campo le fuera extraño, ajeno, y antes de asentarse ya le habían marcado un gol

No me cabe duda alguna de que habríamos obtenido un mejor resultado si hubiéramos jugado en igualdad numérica