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Alderdi Eguna 2025 - Batzen Gaituzten Hariak

Koldo Mediavilla

Los hilos que nos unen 130 años en rojo, verde y blanco

Las campas de Foronda nos volverán a concentrar a quienes nos identificamos con el movimiento nacionalista.

Los hilos que nos unen 130 años en rojo, verde y blancoIñaki Anasagasti

Los que ya tenemos una edad, hemos visto a nuestras madres, amamas –a las mujeres de la casa básicamente, por aquello del rol machista– cómo, con enorme destreza, se dedicaban a crear con sus manos todo aquello que su prole necesitaba. Coser era una labor encomiable pues del resultado dependían todos los integrantes de lo que por entonces se entendía “unidad familiar”. Desde el cabeza de familia, que trabajaba fuera de casa (otra vez el rol determinado por el “patriarcado”), hasta los integrantes más jóvenes, que ya desde la cuna se calentaban con chaquetitas de perlé y cubrían sus diminutos cuerpos con “picos”, antecesores de los hoy populares “dodotis”. 

Nuestras emakumes cosían. Unían telas, construían con sus manos, con aguja e hilo, las vestimentas que durante meses debían servirnos como ropaje a toda la familia. Mi abuela, que crió a una prole numerosa, enseñaba a coser no solo a sus nueras sino a las vecinas de la antigua calle “La Estación” que le pedían ayuda para perfeccionar su técnica. La tía Merche se “graduó” como la modista de la familia. Ella, con sus patrones, la tiza de color azul y aquellas supertijeras, nos hacía los pantalones que los tres hermanos llevaríamos puestos toda la temporada. Hasta diseñó y armó los abrigos que (a modo de uniforme) los tres Mediavilla varones portamos algún invierno

Recuerdo con nostalgia los zurcidos de los calcetines. Los parches, las coderas con mi madre protestando por lo “descuidados” que éramos con la ropa. Cómo olvidar, igualmente, el ruido característico de aquella máquina Singer que ama enhebraba bajo una luz tenue, o el pedaleo que movía la polea y la aguja punzante que subía y bajaba hacia el tejido.

Hablando de hilos, me viene a la mente el pequeño bastidor donde Belén bordaba las sábanas, los manteles, los pañuelos o los baberos. O las largas agujas de punto que se entrelazaban para tejer jerséis, bufandas o medias de ardilana.

Eran otros tiempos. Tiempos de necesidad, de apreturas familiares en los que los progenitores se esforzaban por sacar adelante a la familia con lo que podían. Con tesón, con trabajo. Con horas de dedicación. Tiempos de desafío, de salir adelante por esfuerzo propio. Uniendo vidas con hilos físicos e imaginarios que cimentaban una convivencia humilde pero auténtica. Hilos de afectividad, de experiencia, de sintonía.

Hilos que unían, que hacían red, malla sobre la que soportar nuestras vidas.

Sigo siendo “analógico”

Hoy, de todo aquello, no sólo ya no quedan las protagonistas –a las que siempre echaremos de menos– sino que no restan sino vestigios de la actividad que nos hizo crecer. Hoy, la ropa se emplea como elemento de usar y tirar. Adquirir modelos fabricados en China o Bangladesh resulta más barato que ajustar un modelo utilizado en temporadas pasadas. Son las condiciones que nos ha traído la globalización, la nueva era digital que ha hecho cambiar los valores y la vida misma.

Yo he de reconocer que me resisto a tal cambio. Sigo siendo “analógico”. Por eso cuando, la pasada semana, revolviendo entre cajas olvidadas, encontré una de aquellas latas de “vasquitos y neskitas” inmediatamente la asocié con los “pensamientos alegres” que mencionaban los “niños perdidos” de Peter Pan. Raudo y ansioso, abrí aquella caja de latón y me encontré con bobinas de hilos de colores. Botones de todos los tamaños y formas. Imperdibles, agujas, alfileres, corchetes, cremalleras, pines, insignias, lazos. 

Y entre aquella quincalla, como enterrada al fondo del recipiente, una pegatina. Inconfundible. Era la correspondiente a la primera edición del Alderdi Eguna celebrada el año 1977 en el santuario de San Miguel de Aralar. 

Hace ya 48 años de aquello. Fue un hito sin precedentes. Salidos del túnel de la dictadura, los entonces dirigentes del Partido Nacionalista Vasco hicieron un llamamiento a los seguidores de la organización que fundara Sabino Arana para emerger y reencontrarse en una nueva singladura democrática. Un reto sin igual que sirvió para medir la fortaleza de una organización prohibida durante 40 años de dictadura y que reivindicaba protagonismo de cara a liderar el futuro de una nación en construcción.

Aquel llamamiento fue un éxito total y miles de personas acudieron a él, respaldando el desafío de un partido que pedía paso para encabezar un nuevo tiempo en Euskadi.

La singularidad de aquel encuentro provocó que los alderdikides decidieran repetir la experiencia anualmente, durante el último domingo de septiembre. Y, así, el Alderdi Eguna se ha convertido en la cita anual en la que afiliados y simpatizantes de todas los herrialdes se concentran como acto de afirmación nacional y como el gran evento en el que una gran familia se vuelve a ver presencialmente para recordar a los que se fueron, dar la bienvenida a los nuevos integrantes y compartir inquietudes, alegrías y tristezas con los que siempre estuvieron.

Retales de historia

En las sucesivas ediciones, el Alderdi Eguna, ha provocado en mí experiencias inolvidables. Retales de historias que espero continuar acumulando. Con una nueva perspectiva, a ras de suelo y una vez descendido de la tribuna donde, durante años, he tenido el privilegio de asistir como dirigente de este partido.  

El domingo 28, se desarrollará la edición de este año del Alderdi Eguna. Y allí estaré. Como siempre. Las campas de Foronda nos volverán a concentrar a quienes nos identificamos con el movimiento nacionalista. La presencia masiva de seguidores nacionalistas será, para el conjunto de la organización, como la recarga de vitaminas o de energía que servirá para dinamizar una acción política comprometida y siempre complicada.  

El PNV viene de celebrar en el presente ejercicio una Asamblea General en la que, con la renovación del Euzkadi Buru Batzar, ha culminado una renovación integral del capital humano que dirige el rumbo de un partido que ha cumplido ya 130 años de historia. 

Cambios nominales para una organización tejida por el compromiso humano de varias generaciones de hombres y mujeres que dieron lo mejor de sí mismos para sacar adelante un país en el que los vascos y las vascas se comprometieran como patria en la que desarrollar su expectativa de vida. Nuevos nombres para nuevos tiempos. Tiempos que se avecinan oscuros y que amenazan cambios en el orden mundial, en la seguridad, en la convivencia, en los derechos civiles básicos. Un nuevo panorama en el que Euskadi debe estar alerta para no sucumbir a las amenazas que se ciernen su provenir. Y en la que el PNV deberá acertar nuevamente a la hora de estimar el camino por el que su organización se dirija. Marcando por sí y ante sí su línea política. Sin mirar de reojo a las demás formaciones, pero siempre atento al sentir mayoritario de la sociedad vasca.  

Este partido, el PNV, sabe resistir y tener paciencia en la consecución de sus objetivos. Lo acaba de demostrar, una vez más, recuperando en París la sede que los nazis y los franquistas le incautaron en el pasado. Restituyendo la legitimidad democrática frente al totalitarismo. Hilos de un pasado que nos unen al presente y nos dan fuerzas para abordar un futuro difícil. Libertad frente a totalitarismo, verdad frente a manipulación.

Este domingo en Foronda tejeremos nuestra red, nuestra alianza de hombres y mujeres libres, a las que nos une el deseo de libertad de Euskadi. Hilos de unidad, de compromiso, de convivencia, de un país, de una bandera. De una voluntad. De una gran familia que quiere seguir cosiendo Euskadi con los valores que siempre le ha definido como sociedad abierta, democrática y justa. Hijos e hija de un país en rojo, verde y blanco. * Ex burukide responsable del Área Institucional del Euzkadi Buru Batzar