Miren Agirre Aristizabal gogoan
Lograron Miren y Mikele, de alegría, cuando a primeros de los 2000, el Parlamento de Navarra, reconoció por primera vez a las víctimas de la guerra de 1936 y criticó la sinrazón del golpe y guerra iniciada en suelo navarro la tarde del 18 de julio de aquel año. La misma tarde en que su aita, Fortunato Aguirre Luquín, fue detenido en su Arellano natal, a pocos kilómetros de Estella, donde era alcalde desde 1933. No le perdonaban a Fortunato haber sido edil consecuente con su ideología nacionalista vasca, desde que se inició la esperanzadora II República. Anfitrión y orador junto a José Antonio Aguirre, en la Asamblea de Municipios vascos (Estella, 14 junio 1931) en pro del “Estatuto General del Estado Vasco” en los albores republicanos, miembro del Napar Buru Batzar del PNV (1931-1933), impulsor de la Escuela vasca de Lizarra (1933-1936), alcalde de fuerte vocación social, luchando con obras e iniciativas contra el paro obrero, fue uno de los primeros detenidos de la militarada fascista en aquella tarde de julio de 1936.
Dos largos meses en la cárcel estellesa y su destitución manu militari de la alcaldía, no fueron suficientes para sus asesinos. El espeluznante bando del comandante militar de Estella, Ricardo Sanz Iturria, del 25 de septiembre –que prohibía desde prendas de vestir hasta instrumentos de música, desde la palabra agur, hasta los libros de la “finada escuela vasca”–, tuvo su consecuencia sangrienta en la saca verificada contra Fortunato el 29 de septiembre de 1936. Día en el que un grupo de fascistas locales lo sacaron de la cárcel y lo llevaron hasta Tajonar para fusilarlo en las tapias del cementerio. De nada habían servido el total control de Navarra por parte de los fascistas, ni las gestiones de los próximos de Fortunato para salvarlo al menos de la muerte, tampoco su proceder generoso en los años de alcalde hacia los adversarios políticos, condonando sanciones y con un ejemplar fair play democrático, ni tan siquiera el avanzado estado de gestación de su esposa Elvira Aristizabal.
Esta, sus hijos Fidelita, José Miguel y Juliantxo quedaron como viuda y huérfanos, en una Estella y Navarra, que siguieron siendo los epicentros de una represión inaudita durante meses hacia todos los no alineados con el golpe fascista. Cuando un mes más tarde, el 2 de noviembre de 1936, nacieron las gemelas Miren y Mikele, solo pudieron conocer a su padre a través del recuerdo de su ama, Elvira, con el apoyo y cobijo del abuelo Gonzalo y de todos los tíos-as Aguirre. Y todo ello, claro está, en el estricto ámbito familiar, pues, no es necesario recordar que toda Navarra, Euskal Herria y el Estado quedaron sometidos durante décadas a la larga y dura noche franquista. Mientras, Elvira con el sufrimiento pero con la dignidad de ser la viuda de un demócrata asesinado, con el recuerdo permanente de su consecuente praxis jeltzale, pudo llevar siempre la frente bien alta y preservar la memoria de Fortunato en el ámbito familiar, los hijos-as, José Miguel, desde el folklore; Juliantxo, cuando se pudo, desde la política y Miren y Mikele, desde la Memoria histórica retomaron el compromiso que su aita había desplegado en los años 1920-1936.
En Estella, se recuerda a José Miguel dando clases de txistu, junto a los García, Koldo “el Zapaterico de Iguzkiza”… a todo el que quisiera aprenderlo en el hoy edificio que alberga al Museo Gustavo Maeztu, lugar preciso, donde su padre precisamente había estado encarcelado. Era la venganza poética contra aquel bando que prohibía el txistu y la palabra agur. Juliantxo, por su parte, en los albores de la transición, izó la ikurriña en la primavera de 1977, en ese ayuntamiento donde su aita había sido alcalde y él fue concejal en la primera corporación democrática de 1979.
Miren y Mikele, o Mikele y Miren, las gemelas, junto a sus compañeros Antxon Zabalza y José Ignacio Ramos, se implicaron de lleno en los trabajos de la denominada Memoria Histórica.
No es casualidad que fuera Miren la primera presidenta de la asociación AFFNA 1936. Cuando se fundó esta asociación de la mano de descendientes directos de asesinados, Miren junto a Tomás Dorronsoro, Salvador Amatria, Julio Sesma… retomaron el trabajo de exhumaciones, recuperación de las distintas facetas y lugares de la memoria… y bregaron para que la sociedad navarra y sus instituciones (Gobierno, Parlamento…) asumieran lo mucho que quedaba por hacer para conseguir la verdad, justicia y reparación en torno a las consecuencias de la guerra y posterior dictadura. Pioneras en lo que posteriormente se ha venido en llamar Memoria Democrática, es lógico que llorasen de alegría cuando, a pesar de la oposición permanente de las poderosas derechas locales navarras, se fueron dando pasos en tal sentido, como la citada declaración del Parlamento navarro en noviembre del 2002.
Motivo de satisfacción y de especial protagonismo de Miren fue la inauguración del Parque de la Memoria de Sartaguda, en mayo del 2009. Cuando a los 70 (!) años del fin de la guerra civil, Julio Sesma y Miren Agirre, con semblante serio y paso seguro, depositaron la primera corona de flores en el muro que recoge los nombres de los más de 3.000 asesinados en Nafarroa, o cuando en los primeros homenajes realizados en la Vuelta del Castillo de Iruñea intervenían en nombre y honor de sus antepasados asesinados, estaban profundizando y ensanchando el fértil surco de la memoria democrática al que se sumarían años más tarde instituciones y gobiernos. Dejadas sus responsabilidades de los primeros años de AFFNA 1936, Miren continuó laborando, siempre con su saber hacer, exquisita educación y bondad, a través de Irujo Etxea de Lizarra, o del reciente y eficiente colectivo Osasunaren Memoria, por ejemplo, en la reivindicación de la memoria de esa Nafarroa, crisol de Euskal Herria, profundamente abertzale e intensamente demócrata. Mila esker Miren, beti izanen zaitugu gogoan.
Historiador