No sé si me van a entender, pero llegados al caso, casi que da igual. Acabo de salir de una reunión con el tutor de mi hijo para conocer en primera persona su evolución académica antes de que se zambulla en el periodo estival. Y he salido maravillado. En este tipo de citas, y desde mi perspectiva de la EGB marcada a fuego en el recuerdo, parece que acabo de llegar en una nave espacial al planeta Tierra. Se nota que el paso de los años, aparte de servir para arrugarme como una pasa, limpiar de pelo mi cabeza y darme el superpoder de adivinar la eventual llegada de lluvias o humedad según crujan mis rodillas, ha servido para mejorar de manera palpable ámbitos como la educación y los profesionales que se dedican a ella. Supongo que, como todo en la vida, la cuestión va por barrios, pero en el mío, me creo con suerte. Miro a mi interlocutor con los ojos abiertos como platos, fascinado por lo que dice y cómo lo dice y por su militancia docente. Lógicamente, lo importante de la reunión era atender y comprender el informe realizado sobre las capacidades de la criatura, pero no menos trascendental es toparse en el camino con perfiles capaces de generar confianza en lo que hacen y cómo lo hacen. En fin, que sin riesgo de ablandarme, todo esto me ayuda a recuperar mi confianza en la humanidad. siquiera, puntualmente.