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Colaboraciones

Carmen Torres Ripa

Era un amigo

En la Universidad de Deusto, el miércoles, día 9, se celebró un homenaje a la memoria del jesuita José Ramón Scheifler y se presentó un libro dedicado al que fue decano de la Facultad de Teología, el profesor que enseñaba a pensar. En el acto estuvieron políticos, familiares y alumnos. Todos hablaron de la profunda docencia que había dejado durante su siglo de vida

Desde siempre. Estas tres palabras, significan que le conocíamos casi como su familia. Mi querido maestro, el padre Scheifler, entró en mi vida con 15 años. A los 21 años, estuvo conmigo en el altar el día de mi boda y me regaló una Biblia de piel de color verde. Con sus enseñanzas comencé a leer aquel libro de hojas finísimas como si fuera Las mil y una noches. No pensé que era la palabra de Dios sino la palabra de unos hombres que hablaban de Dios. Había reyes poetas y enamorados, mujeres valientes y hermosas, patriarcas que mentían a sus esposas por voluntad de Dios. Ese Dios era muy difícil de entender. Se lo dije al padre Scheifler y, mi maestro me escribió largas cartas para entender lo incomprensible. Algunas cartas estaban fechadas en Israel porque, como exegeta bíblico, estudiaba otra historia y otra lectura del Antiguo y Nuevo Testamento. En los montes de Qunram, se habían encontrado en unas cuevas, a la orilla del Mar Muerto, unos manuscritos dentro de unas vasijas selladas. Tanto me habló de Israel y de aquellas cuevas que fui a conocer el país donde la leyendas mágicas parecía reales. Me gustó mucho, pero la historia, hecha por hombres, cambia cuando le da la gana. Ni el padre Scheifler ni yo, conoceríamos ahora aquella Tierra Santa. ¡Cuánto dolor! El corazón humano es, como una moneda. Por una cara es cruel y le gusta la sangre. En la cruz, siente el dolor ajeno y sabe amar. Es muy difícil aunar estas inclinaciones, por eso la guerra se extiende por el mundo con guadaña de muerte.

Tengo tantos recuerdos del antiguo Secretario General de Deusto que me perdería en palabras. Este profesor eterno, el profesor que enseñaba pensar, dice el subtitulo del libro, intentó explicarme pasajes imposibles del Antiguo Testamento. El paso del mar Rojo abierto por la mitad, para que cruzase, Moisés, las fuentes que echaban sangre, los bastones que se convertían en serpientes, aquel país pedregoso de color arena, que manaba leche y miel, la Tierra Prometida. Sin duda aprendí, también, a pensar, como a tantos alumnos que pasaron por las aulas de la Universidad.

Ahora, cuando se recuerda su vida y su docencia, hay algo que quedó sin decir, mi hermano Javier me lo decía al finalizar el acto. El padre Scheifler era un amigo. Valoraba la amistad hasta los últimos límites. En su siglo de vida hay infinidad de amigos fieles. Le quisimos por ese precioso don de la amistad.

Periodista y escritora