¡Ah, y por eso..., lloré!
Debo confesar que el 28 de diciembre del pasado año, cuando, a las puertas del Hotel NH de Iruña, conocí la noticia de la aceptación de la Federación Vasca de Pelota Vasca como miembro de pleno derecho en el seno de la Federación Internacional de Pelota Vasca, sentí una alegría indescriptible.
Simultáneamente, en ese mismo instante, un carrusel de recuerdos se dio cita en mi cabeza. Poco a poco los fui ordenando cronológicamente y experimentando con cada uno de ellos, el sentimiento de ilusión, decepción o tristeza que había experimentado en aquel momento en el que se hubo producido el hecho. Finalmente, todo ello se convirtió en emoción, en ese estadio del sentimiento que hace que el alma se transforme en lágrimas.
Y lloré en Iruña…, lloré en Iruña con las lágrimas que, ahogadas en la garganta tras el nudo de la corbata en el Mundial de La Habana en 1990, en el Consejo Superior de Deportes en Madrid en 1991, en el Parlamento de Gasteiz, en 1992, en el Mundial de San Juan de Luz en el 1994..., había guardado en el baúl de mis recuerdos. No seguiré citando lugares, ni mi intención es referenciar personas, ni mucho menos circunstancias.
Tampoco seré más explícito. ¿Para qué? Solo diré que, en medio de algunas satisfacciones, muchas fueron las decepciones y más los desencantos. De los de fuera como la (Federación Española de Pelota, –así se denominó por determinación franquista desde 1944–, y el Consejo Superior de Deportes, nada esperaba y nada me extrañó. De los de casa, el departamento de Cultura del Gobierno Vasco del momento, de los dirigentes de nuestra casa, todo esperaba y todo me extrañó. ¿Cómo una reivindicación tan obvia, tan natural, tan de sentido común como la de la entrada de Euskadi en la Federación Internacional de Pelota Vasca podía ser obstaculizada sistemáticamente desde el interior de nuestra propia casa? Hay cosas contra natura en las que es más aconsejable no hurgar.
Durante dos legislaturas (1990-1994 y 1994-1998) tuve el honor, juntamente con un extraordinario equipo de directivos, por voluntad del mundo de la pelota vasca de Euskadi, de presidir la Euskal Pilota Federakunza. En ellas, el leitmotiv fue sentar las bases para el acceso de Euskadi a la Federación Internacional de Pelota Vasca. El pulso desigual mantenido durante esos ocho años frente a un conglomerado tan potente como la Federación Española de Pelota, el Consejo Superior de Deportes y…, por muy increíble que parezca, el departamento de Cultura del Gobierno Vasco del momento finalizó con la aparente derrota de nuestras pretensiones. Pero, al final, la auténtica razón ha acabado prevaleciendo y emergiendo ¡por el poder imponente de los hechos! Y aquí hago un paréntesis para destacar la increíble y tesonera labor continuada, a partir de 1998, de la plataforma reivindicativa de las selecciones vascas encabezada por uno de los directivos de la Federación que presidí, Martxel Toledo, en aras del mismo objetivo.
La cuestión de la obviedad de que en Pelota Vasca a Euskal Herría, –y por tanto a Euskadi, lo mismo que a Navarra–, le asiste “per se” una legitimidad cultural y por tanto radical, fue asentándose como lluvia fina en la conciencia colectiva vasca desde aquel “grito de La Habana” de hace ya 35 años y, por fin se ha visto reconocida como legitimidad jurídica en la ley del Deporte de 2022.
A veces nos impacientamos por la lentitud con la que funciona la política en las cuestiones de gran calado. Pero en la realidad, –he llegado a la conclusión–, de que las cosas no pueden ser de otra manera. A unos les corresponde ser tenaces y persistentes en las reivindicaciones y mantener vital la conciencia colectiva y, a otros, aprovechar los momentos para hacerlas efectivas. Ambos deberán ser conscientes de que, casi siempre, se encontrarán un muro por delante. En un sistema democrático existen tiempos de oportunidad que requieren de los agentes políticos una enorme experiencia para detectarlos y una gran pericia para plantear las estrategias y conseguir los objetivos. El Partido Nacionalista Vasco (PNV), consciente de su compromiso histórico con el país, ha sabido buscar, detectar y aprovechar uno de esos momentos. Y haciendo gala de su ampliamente demostrada sensibilidad política ha conseguido, tras una negociación con el Estado, subsanar lo que venía siendo una anomalía histórica haciendo posible que Euskadi se represente a sí mismo en los eventos internacionales de pelota vasca.
Pero la cosa no hubiera pasado de ser un derecho expresado en un artículo de una ley si la Federación Internacional de Pelota Vasca no hubiera sido sensible a la legítima aspiración de la Euskal Pilota Federakuntza. Desde el acceso a la presidencia del ente Internacional de Xavier Cazaubon, como pelotazale de pro y buen conocedor del alma vasca, tuvo muy claro que los derroteros por los que caminaba la pelota vasca, –yugulada e instrumentalizada por algunos dirigentes que se habían perpetuado en sus cargos y se sentían muy cómodos manteniendo el status quo–, no tenían mucho recorrido. Cazaubon vio con nitidez que, si las cosas se seguían haciendo igual que en las últimas décadas, los resultados serían igualmente pobres. El declive en el que había entrado la pelota vasca en las últimas décadas, podría ser más o menos lento pero que el triste final estaba servido.
La aceptación de la Federación de Euskadi en el seno de la Federación Internacional, ha podido ser interpretada por quien o quienes, alardeando de “patriotas”, se enfundan con la bandera estatal, como un capricho del presidente de la Federación Internacional y una concesión generosa a los insaciables y “pérfidos” vascos. ¡Nada hay más lejos de esa percepción! He podido comprobar que, en la mente del presidente de la Federación Internacional de Pelota Vasca una cosa está muy clara: la recuperación y el relanzamiento internacional de la Pelota vasca, si se quiere que estos objetivos sean exitosos, debe hacerse sobre bases muy sólidas. Y, estos, pasan por hacer las cosas de otra manera, con seriedad y mirando al futuro. Y pasan también por la integración en su seno de la Federación que, más allá de intereses deportivos particulares legítimos, siente la responsabilidad de su gestación, de su alumbramiento, en definitiva, de su paternidad.
Y, en este nuevo escenario, la postura obstruccionista y nada constructiva de la Federación Española de Pelota adoptando una actitud cuestionablemente democrática, carece de sensatez y no conduce a nada. Existe una determinación del Consejo Superior de Deporte de cumplir y hacer cumplir la ley del Deporte vigente, como no podía ser de otra manera. Y, además, reconoce que la aspiración de la Federación de Pelota Vasca de Euskadi encaja en la expresión “con arraigo histórico y social” del artículo 48-2 de la Ley del Deporte. Por otro lado, existe una determinación clara y evidente formalmente expresada de la Federación Internacional de Pelota Vasca de aceptar a la Federación de Pelota Vasca de Euskadi en su seno como miembro de pleno derecho. Entonces, ¿qué sentido tiene la interposición de una denuncia ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), alegando cuestiones no de fondo, por parte de la Federación Española de Pelota? ¿Incomodar a todo el mundo de la pelota, hacer de la pelota vasca un escenario de conflicto, dilatar lo materialmente evidente, impedir un futuro proyecto de la pelota vasca internacionalmente estimulante …?
Señor presidente de la Federación Española de Pelota, hace tiempo que la Pelota Vasca trascendió las fronteras de Euskadi, del Estado y se hizo internacional. Esto es incontestable. Simplemente, la cantidad de frontones que existen a lo largo y ancho del mundo, dan fe de ello. Pero más incontestable es si cabe que, “si el euskera es la expresión lingüística del pueblo vasco, la pelota vasca es la forma de expresión corporal del mismo”. Señor presidente, se lo pongo más claro: ¡la pelota vasca para los vascos es una cuestión de identidad! Ah, y, al final de todo, ¡por eso…, lloré!
Expelotari profesional de pala. Expresidente de la Euskal Pilota Federakunza. Catedrático emérito de Filosofía del Derecho de la UPV/EHU