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Sanear una convivencia dañada

1. La convivencia necesaria

No basta vivir juntos, convivir es mucho más que eso. También nosotros necesitamos regenerar una convivencia herida, mejorando y renovando nuestras relaciones humanas. Convivir es una exigencia social y ética. Hemos avanzado en la vida social y política, consolidando nuestras instituciones y el compromiso insoslayable de muchos ciudadanos. Pero las múltiples imputaciones e insultos entre partidos, sindicatos y agrupaciones de todo género, debilitan nuestra convivencia. Es triste constatar que más allá de los argumentos y de las razones que se expresan, está el ataque y, a veces, el insulto al oponente político, social o a quien no piensa como uno mismo.

Una memoria crítica de lo vivido recientemente es fundamental para la convivencia en nuestros pueblos, también lo es para la vida personal y social. En los últimos estudios y encuestas publicados, se echa de menos preguntas sobre la convivencia ciudadana, la reconciliación y la pérdida de valores.

La renuncia de ETA a la violencia armada fue un paso sustancial para la convivencia y la normalización de la vida social y económica, pero todavía el paso a la verdad, a la justicia, a la reparación a las víctimas y a la reconciliación por todo lo sucedido, es algo que aún no se ha llevado a cabo. Es necesario profundizar en el dolor y en la injusticia para con las víctimas, así como también la situación de los presos. El compromiso y el impulso para regenerar la convivencia exige, a su vez, el esclarecimiento de ciertas ideas, para no confundirlas con algunas propuestas partidarias. El mal y el dolor que ha vivido nuestro pueblo por la acción terrorista de ETA y algunas acciones injustas del Estado, deben ser esclarecidos por el ejercicio sincero de la verdad, la justicia, la reparación… y, en su caso, el perdón. Tampoco hemos de olvidar la profunda problemática en torno a la inicua violencia de género que necesita un cambio radical.

2. La vida económica en la convivencia

Abordar la convivencia pacífica y la reconciliación, sin tener en cuenta la realidad económica, es mutilar esa realidad. El control de la deuda pública, para lo que se necesita una adecuada reforma fiscal que garantice tanto la suficiencia como la equidad de aportaciones, la superación de la precariedad laboral y de los continuos enfrentamientos entre los sindicatos y con las organizaciones empresariales... son problemas que están al orden del día. Es cierto que el riesgo de pobreza entre nosotros es el más bajo del Estado, pero todavía la diferencia salarial es notable entre los diversos sectores. Es cierto que está muy extendido entre nosotros el evasivo carpe diem, pero también es cierto que hay familias que llegan justas a final de mes o buscan un trabajo para su subsistencia. Es fácil constatar el gasto suntuoso de unos pocos y la austeridad obligada, pero no asumida, para otros muchos.

No podemos negar la constatación de la estabilidad y el trabajo positivo de muchas de nuestras instituciones pero, al mismo tiempo, también hemos de admitir la extensión de un egoísmo ilustrado, reflejo de una mentalidad individualista y egoísta, afirmando que “mientras a mí me vaya bien, también lo será igualmente para los demás”.

La reconciliación mira a las personas, mira al interior de las personas. La pacificación mira más bien a la realidad social y política, por eso es imprescindible más que nunca una formación veraz, que lleve a asumir criterios de vida.

Todo esto exige analizar en profundidad y verdad los hechos concretos, sin caer en propaganda partidista. No hay reconciliación posible sin una actitud sincera de buscar y trabajar codo a codo para el bien de todos. El proceso de reconciliación, aunque imperfecto, es un camino eficaz e imprescindible para la convivencia.

En el camino de la reconciliación son necesarias algunas exigencias prácticas como la capacidad de escuchar al oponente, saber ceder y saber comprometerse por los demás, proponiendo proyectos concretos posibles y constatables, sabiendo que no se tiene siempre toda la razón. Sobran las apelaciones a cambios radicales, a acusaciones ideológicas infundadas y a proyectos etéreos. La autosatisfacción es peligrosa, pero más aún los proyectos irrealizables que engañan a la opinión pública. Se ha dicho, con razón, que superar una mentira generalizada es más difícil que desentrañar un átomo.

Necesitamos construir acuerdos estables, que respetando el pluralismo, superen los obstáculos que se nos presentan. Esto es progresismo. Machado tenía razón: “caminante, camino se hace al andar…, pero sabiendo a donde se va. De lo contrario…, vano es el caminar”.

Etiker son Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y José María Muñoa