¿Euskadi sin renovables?
Entre el 9 y el 20 del pasado mes de septiembre, el Gabinete de Prospección Sociológica de la Presidencia del Gobierno Vasco realizó 1.845 entrevistas para confeccionar una de las investigaciones sociológicas más relevantes que se han hecho en Euskadi en los últimos años. Se trata del estudio de percepción sobre transición energética y cambio climático. Es la tercera vez que se ejecuta, tras las prospecciones de 2017 y 2021. La principal conclusión es rotunda: frente a la expansión del negacionismo climático a nivel global, el 76% de la ciudadanía en Euskadi está preocupada por el cambio climático.
Además, el 75% de la población vasca considera que la transición ecológica no sólo implica retos, sino que también aporta nuevas oportunidades económicas. Son datos que, en teoría, implican un claro mandato de la sociedad vasca para avanzar rápidamente en el despliegue de las renovables. Sin embargo, la realidad es tozuda y transita por otros derroteros. El País Vasco tan sólo cuenta con un 8% de generación energética renovable. Y la construcción de nuevos parques fotovoltaicos y eólicos no sólo es muy lenta: también se enfrenta a una endiablada normativa autonómica que, de facto, dificulta enormemente la viabilidad de los proyectos de energías limpias.
Nada, por lo tanto, debería justificar que en el escenario actual sólo el 25 % de la economía vasca esté electrificado (lo que nos obliga a seguir comprando, cada año, grandes cantidades de los extranjeros, caros y altamente contaminantes gas y petróleo).
Según el Ecobarómetro de Clima y Energía, la población vasca puntúa la gravedad del cambio climático con 7,5 puntos en una escala de 1 a 10. Y considera que las consecuencias más probables del mismo son olas de calor más frecuentes (86% lo considera muy o bastante probable), la subida del nivel del mar (82%) y el aumento de la frecuencia de inundaciones (78%). Además, ante la pregunta sobre los tipos de energía que se deberían impulsar, la población vasca señala en mayor medida la solar (8,1 en una escala de 0 a 10), la marina (7,9), la eólica (7,7), y la geotermia (7,5), seguidas de la biomasa (6,5) y el hidrógeno verde (6,4).
¿Qué revelan estos datos? Que es urgente implantar nuevos proyectos de generación renovable en Euskadi, combatiendo los interesados bulos sobre las energías limpias y redoblando la pedagogía para hacer que las familias y las empresas vascas sean verdaderamente conscientes de los beneficios sociales, económicos y ambientales que traen consigo las energías solar fotovoltaica y eólica.
En palabras del consejero de Industria, Transición Energética y Sostenibilidad, Mikel Jauregi, “no podemos permitirnos quedarnos atrás y seguir siendo dependientes energéticamente de terceros. Recientemente hemos sufrido las consecuencias de esta dependencia, con una escalada de precios impulsada por el gas que ha lastrado nuestra economía, la competitividad de nuestras empresas y los bolsillos de nuestras familias. Ha llegado el momento de hacer una apuesta decidida por las renovables como freno al cambio climático, pero también pensando en la soberanía energética de Euskadi en el futuro. Tenemos que aprovechar las nuevas herramientas de las que nos dota la Ley de Transición Energética y Cambio Climático, aprobada por amplia mayoría parlamentaria el pasado febrero, un 82% de la cámara. Tenemos un enorme nivel de conciencia política y ciudadana para hacer frente a un momento histórico. Debemos aprovechar este apoyo mayoritario para dar un salto cualitativo, desplegando nuevos proyectos de energías renovables. En los últimos años hemos avanzado mucho en eficiencia energética y autoconsumo, pero necesitamos implantar proyectos eólicos y solares de mayor dimensión. No podemos abastecer a nuestra industria únicamente con placas solares en los tejados de nuestras casas”.
Pues bien, es el momento de que Euskadi pase de las palabras a los hechos.
El Gobierno Vasco, las diputaciones forales y los ayuntamientos de Euskadi deben impulsar una regulación que, sin menoscabar ni un ápice las imprescindibles exigencias de protección ambiental, permita tramitar aceleradamente proyectos de plantas solares fotovoltaicas y eólicas. Las ventajas son enormes.
Debemos reconstruir el Euskadi del presente y del futuro sobre un nuevo acuerdo social, político e industrial que ponga las energías renovables en el centro del tablero.
Está en nuestras manos promover un despliegue rápido y masivo de estas tecnologías en las provincias vascas, para que sean nuestro principal suministro energético y, en consecuencia, la base de nuestro progreso, el progreso de sociedades más justas, más prósperas, más sostenibles, menos contaminantes y, sobre todo, más libres, más autónomas y respetuosas con el medio ambiente.
Las energías renovables son una parte fundamental de la solución, de la fortaleza y de la independencia de cualquier territorio. Hoy en día no hay muchas más opciones viables para proporcionarnos electricidad barata, segura, autóctona y autónoma. Abrazarlas es una exigencia ecológica y un deber intergeneracional, con el objetivo de renovar con renovables la energía del País Vasco.
Y es que, no lo olvidemos, política y energía van de la mano. Lo que no haga Euskadi hoy no será porque no exista voluntad empresarial o conciencia ciudadana, tal y como demuestran los datos arrojados por el último Ecobarómetro vasco de Clima y Energía. Existen las bases, sólo faltan las decisiones. Lo que no se haga hoy en el País Vasco, tendrá claros responsables.
El sobrecalentamiento terrestre y de los mares, incluyendo el mar Cantábrico, es un hecho científico: nos enfrentamos a una verdadera emergencia climática que debemos revertir cuanto antes. Para detener estas tendencias climáticas destructivas, necesitamos acelerar la transición ecológica y energética, con Euskadi a la vanguardia.
Le corresponde a esta generación de políticos, de servidores públicos y de ciudadanos dar una respuesta al cambio climático. Es ahora cuando debemos hacerlo.