Semana terrible. Arrancó con la angustia ante la dolorosa visión de tanta vida arruinada en el lodo, que evolucionó a irritación al contemplar a ciertos políticos sacudiéndose impúdicamente el barro de las culpabilidades. Como remate, en la ciénaga de la desinformación global chapotea de nuevo el lunático racista Trump.

Empezando por la catástrofe de Valencia, tiene tanto de natural en sus causas como de humana en atención a sus agravadas consecuencias por la incapacidad institucional. En primerísimo lugar por el gobierno autonómico encarnado en su presidente, que con el precedente de la supresión de la Unidad de Emergencias despreció las alertas de la Aemet –hasta difundirlas cuando el agua alcanzaba dos metros de altura– y proclamó una merma de la lluvia torrencial cinco horas antes de los desbordamientos mortales. Constatada la responsabilidad intransferible de Mazón, que con un desparpajo sonrojante disparó contra la UME y la Confederación del Júcar, al Gobierno español cabe formular el reproche subsidiario de no exigir el liderazgo, bajo amenaza explícita del estado de alarma ante la incompetencia regional desde el minuto uno. Sin enmienda para las existencias ahogadas, los estragos materiales se compensarán siquiera en parte con los 10.600 millones del Estado, que consignan ayudas a las familias para reparar inmuebles y reponer electrodomésticos. Así que el pueblo salva al pueblo si en él se incluyen a los políticos electos y al personal de las Administraciones Públicas. Lo demás es retórica ultra. Antidemocracia pura.

Mientras en Valencia seguían levantando cadáveres en los coches anegados, la Casa Blanca reabría sus puertas al mayor negacionista climático como paradigma de su discurso fake y adalid de la fractura social hasta alentar y disculpar el asalto al Capitolio. Un probado delincuente que tiene acreditado de qué es capaz frente a una exfiscal que opositaba a primera presidenta de Estados Unidos y ha perdido por cinco millones de votos. Con la circunstancia pavorosa de la recuperada mayoría republicana en el Senado a modo de barra libre para las políticas migratoria y fiscal/arancelaria de Trump, ganador en los siete estados clave sepultando la demoscopia. El pozo para las expectativas de una Harris opacada hasta hace escasos cien días por la sombra de Biden, respecto al que ha extraviado 14 millones de sufragios pese a su presumible tirón en el electorado juvenil y femenino. Incapaz de doblegar la mendaz propaganda trumpista que ha impuesto la doble percepción de inseguridad pública e incertidumbre económica.

Tal victoria de Trump alerta sobre el alarmante apoyo de la comunidad latina al radicalismo xenófobo del excéntrico magnate, para el que Florida se erige como segundo bastión tras Texas. Resulta como mínimo paradójico que quienes a duras penas cruzaron la frontera para conquistar una vida digna quieran cerrar ahora esa puerta a cal y canto a los que quedaron atrás, entregando el poder omnímodo a un partido de oligarcas en defensa de sus exclusivos intereses y en línea con Netanyahu y Putin. Fango mundial.