Analizando los resultados de las elecciones en USA se observan muchos de los perfiles patológicos de las sociedades de hoy: un misógino gana a una mujer; un delincuente gana a una fiscal; un libertario conservador, es decir, un proteccionista y autócrata económico que controlará la cuarta parte del PIB mundial generará grandes perturbaciones en muchas de las naciones que le idolatran (curiosa ideología la de los libertarios conservadores como Trump y Milei, que preconizan la desaparición del Estado y la libre interacción de los acontecimientos económicos, qué diría Bakunin, padre de la ideología libertaria); un personaje caracterizado por el caudillismo, mesianismo y paternalismo parece identificarse con el hombre medio norteamericano, cundirá esta atrofia democrática en otros lugares?. Ha sido elegido presidente el inductor del asalto al Capitolio, símbolo del sistema de libertades norteamericanas y del checks and balances en las que se basan las libertades de su país.
Sería bueno analizar los efectos económicos en Euskadi de este resultado electoral. Se observa que 2.700 millones de exportaciones vascas pueden verse comprometidas por su política arancelaria. Veremos si la mantiene y si no habrá que tomarse en serio fortalecer la Unión Europea.
Cuando la congresista republicana ultraconservadora Marjorie Taylor Greene afirmó que Trump se une a algunas de las personas más increíbles de la historia que han sido arrestadas, realizó una comparación curiosa uniendo el procesamiento de Trump al que sufrieron Nelson Mandela o Jesucristo. Afirmó: “Nelson Mandela fue arrestado, cumplió condena en prisión. ¡Jesús! Jesús fue arrestado y asesinado”.
La comparación con Nelson Mandela no parece muy razonable cuando hoy sabemos que Trump prohibió contratar trabajadores negros en sus empresas. La comparación con Jesucristo también es discutible pues la vida libertina de Trump no parece deducirse en el caso de Jesucristo de los textos evangélicos.
Viene a colación este título por la reflexión de los politólogos más lúcidos de USA, que definen a Trump como el presidente de un club donde solo caben millonarios, presidentes de multinacionales, pastores evangelistas, la asociación del rifle y, por lo que se ve, prostitutas o actrices porno.
Estos politólogos se equivocaban porque los asesores de Trump han conseguido apoyos no desdeñables de trabajadores desempleados, de minorías étnicas a pesar de que en la actualidad en USA la brecha entre grandes multimillonarios y pobres (también norteamericanos, de raza blanca y protestantes) creció con Trump en un 22%. Medio millón de personas, entre las más pobres, no tienen hogar ni donde vivir. Millones de quienes viven bajo techo viven en la angustia los últimos meses, semanas, días, antes del desalojo y la calle. Casi cien millones de personas no tienen seguro social o, si tienen uno, es insuficiente.
Otra de las divisas consiste en la exaltación de la antiglobalización. La antiglobalización trumpista parece representarla Jake Angeli, el personaje que tomó el Capitolio con un traje de castor como Davy Crockett y unos cuernos (en el sentido más físico del término) que en declaraciones a una televisión se autodefinió como militante de la antiglobalización, sin poder explicar en qué consistía semejante ideología.
En esta nueva campaña y analizando el panorama y viendo la estética de los asaltantes al Capitolio, el propio Trump inició un discurso menos belicista y más conciliador ya que siendo un pijo millonario de la ciudad de New York, difícilmente se podía sentir representado por personajes armados, barbudos que parecían recién llegados de las Rocosas, evangelistas con imágenes de la Virgen, en definitiva, una turba más parecida a la denominada white trash que al colectivo de sus amigos y colegas de francachelas.
Donald Trump es también defensor de los conspiracionistas que desconfían del deep state, de lo que denominan poderes dominantes visibles e invisibles, como si él mismo no fuera hijo de estos poderes. Estas teorías se explican adecuadamente usando la psiquiatría y a expertos como Jack Saul en salud mental y traumas colectivos. Estas teorías eliminan la incertidumbre que no pueden tolerar. La gente busca esa clase de coherencia para dar sentido a una realidad confusa, por disparatadas que sean las premisas y peligrosas las simplificaciones de realidades complejas.
La personalidad de Trump también se caracteriza por el negacionismo y antiintelectualismo. Se ha caracterizado siempre por relativizar la objetividad y tratar de crear su propia concepción subjetiva de la realidad. Han sido objetivo de sus diatribas fundamentalmente la comunidad científica. Ha negado el cambio climático, ha atacado a los medios de comunicación convirtiendo los rumores en noticias y transformando las teorías conspirativas en mentiras. La expresión “hechos alternativos” ganó fama cuando la asesora presidencial Kellyanne Conway la utilizó para justificar unas palabras del portavoz presidencial que habían sido demostradas como falsas.
Es probable que no resulte tan fácil su mandato, en el anterior ya empezó a vacilar en sus llamamientos a la épica y en sus denuncias a la conspiración cuando observó, con estupor, que al margen de la representación institucional la primera organización que solicitó su destitución fue la Patronal de Empresas Manufactureras (contra el que se presentó a las elecciones como el salvador de lo que consideraba declinante economía norteamericana). La segunda organización privada que solicitó su destitución fue uno de los más poderosos sindicatos norteamericanos, el Auto-Workers, el de los trabajadores de la Automoción y cuando no renunció al NAFTA a pesar de sus promesas electorales. También él necesita mercados.
En definitiva, nos encontramos con un personaje que focaliza el poder en su persona; que debilita las instituciones representativas; que divide y polariza el país; que encona las disputas buscando enemigos reales o ficticios; que se opone a la apertura tanto de fronteras sociales como culturales; que en sí supone una reacción a la globalización y que aunque formalmente asume una determinada ideología clásica ésta es extrasistémica. No podemos olvidar en este contexto no solo la no aceptación de la infrarrepresentación de las mujeres, sino su cosificación que llegó al extremo de puntuar la belleza de su hija con un 10, sin apelar a otras virtudes. Este es el personaje.
Jurista