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Mesa de Redacción

Begoña Martín

El paraíso... del terror

He vuelto al pueblo. Al pueblo de mi madre, de mi infancia con mi abuela. Al pueblo donde era feliz durante un mes: hacer nuevas amigas y amigos, ir al río por las tardes, comprar la leche recién ordeñada por las mañanas, bajar a la fuente a por agua para comer, y sobre todo, muchas risas. Un paraíso muy especial al que he vuelto este año. Con nervios durante todo el viaje en coche, un pequeño pueblo de Salamanca nos ha recibido igual que cuando tenía ocho o nueve años. Gente súper agradable que te enseña a ver el día a día con otros ojos, con más calma, con más reflexión, con más optimismo. Un pueblo que durante seis días se ha convertido en un auténtico paraíso de desconexión total: piscina, txiringitos, viejos recuerdos, muchas conversaciones alrededor de unas cervezas y unos montaditos... Sin mirar el reloj, ni el móvil. Sin prisas. Porque cuando no hay prisa es el mejor regalo que te hace la vida. Un paraíso en el que después de 30 años he sido consciente de que escondía entonces y esconde ahora una realidad que me ha sacudido en toda la cara: la violencia y el maltrato físico y psicológico que mujeres de este pueblo han sufrido y siguen sufriendo de puertas para adentro. Dentro de las paredes de su casa. En la intimidad. Sin hacer ruido.