First dates tiene un problema en estos tiempos de exhibicinonismo en redes sociales, y es que a las cenas (también las que se graban de buena mañana en un polígono industrial disfrazado de restaurante) se va vestido. Por eso, tras explotar los dobles y triples sentidos y hasta meter la directa con lenguaje sexual explícito, han ido introduciendo reservados y juegos morbosos para que los más afortunados físicamente (a los feos los despachan en el postre) se magreen un rato a la vista de todos. Pero les seguía faltando donde desembocar el amor, así que este verano, sin parar lo del restaurante que sigue en Cuatro, se han mudado a un hotel para convertir la cama y la piscina en nuevos escenarios fijos donde favorecer el despelote una vez por semana en Tele 5, donde salir vestido en prime time es una excepción, casi tanto como aparecer en un programa en prime time de Antena 3 si no eres famoso, -ete o -illo.
Ya en el primer programa de First dates Hotel nos dejaron claro que, además de despelote, los diálogos calientes siguen teniendo protagonismo en el guion: “Ya lo dicen mis amigas, hay que ver lo que te gusta un buen mango”, decía una chica a su cita masculina hablando de la fruta y de otra cosa. “Estoy buena, tampoco necesito ser maja ni inteligente”, sentenciaba otra dejando claro que el ego en esta etapa hotelera tampoco va a faltar, igual que la habitual dosis de frikismo, encarnada en la primera entrega hotelera por un joven con afición a coleccionar pájaros muertos a los que da un baño de lejía pensando que con eso ya debería valer.
Aquí, a diferencia del programa de las cenas de Cuatro, las citas duran casi todo el día: arrancan con la luz del sol en la piscina, siguen con la cena en el restaurante, continúan en la terraza con jacuzzi y desembocan en la habitación antes de decidir aquello de si quieren seguir conociéndose o no, si es que queda algo ya por conocer. Y más bien queda poco, a veces porque su cita les entra por los ojos y otras porque “me pone mucho que tenga la licencia de piloto, y ya que tenga un barco me vuelve loca la cabeza y los pezones”, que decía una señora tras confesar que tomar el sol en la arena le parece cutre.
La moraleja de la primera entrega (tampoco me pidan que vea más, yo ya he cumplido) fue que las citas con habitación de hotel incluido tienen más respuestas afirmativas que las del restaurante habitual: todo plenos. Aunque se trate de amores de una noche, ni siquiera de verano, porque la sensación es la misma que en el formato diario: hay gente que más que buscar el amor de otra persona parece que acuden a mostrar su amor propio y ganarse un puesto en el próximo reality de la cadena. Eso sí, aunque el programa acaba a las tantas, si alguna moza se despelota en su cita, la nueva y pudorosa Tele 5 pixela las tetas (de ellas), como si fuera Instagram. Con lo que fue esta cadena.