Por si quedaba alguna duda sobre la investidura-farsa de Feijóo, esta semana ha quedado resuelta. Sin más apoyos que los del socio preferente Vox más UPN y Coalición Canaria, insuficientes para gobernar, el presidente del PP pareció enterarse en la comparecencia de Puigdemont que Junts reclama de salida la amnistía y aspira a la independencia para rectificar y rechazar un encuentro entre ambas siglas en plena tormenta interna solo por aludir al “encaje” de Catalunya. Como también desistió de elucubrar con un eventual apoyo del PNV que solo anidaba en su cabeza porque no iba a “mendigar” (sic) a la formación jeltzale, como si este partido no tuviera acreditada su férrea defensa de los intereses vascos en cualquier negociación de ámbito estatal. Como resultante de la insolvencia de Feijóo, y pese a que todavía no se ha presentado en el Congreso como presidenciable, todos los focos se ciernen ya sobre Sánchez. Descontadas ya las críticas del esencialismo del PSOE encabezado por González y Guerra –y su coro habitual con limitada capacidad de influencia–, el líder socialista afronta la hora de la verdad. Desde la premisa de que precisa el aval de quienes ponen como condición previa a su hipotética investidura una ley de amnistía para cuya aprobación hay tiempo a través de una proposición de ley tramitada de urgencia y en lectura única. La cuestión radica en si esta amnistía general por las repercusiones penales del procés encajan en la legalidad vigente, si bien la norma aprobada gozaría de presunción de constitucionalidad y validándose aun a expensas de su revisión judicial podría bastarle a Sánchez para reeditar la presidencia. Ocurre sin embargo que el Gobierno de PSOE y Sumar necesita los apoyos de todo el resto del arco parlamentario más allá de Junts y de ERC en notoria rivalidad, incluidos los diputados vascos. Y ese respaldo parece darse por hecho como si fuera a producirse por decantación, cuando por ejemplo el EBB traslada a través de Andoni Ortuzar en la entrevista que hoy publica GRUPO NOTICIAS que Sánchez debe buscar un encaje nacional a Euskadi, además de cumplir con los acuerdos pendientes que conciernen al desarrollo competencial y por tanto al tuétano del autogobierno vasco. Cuenta atrás para comprobar el compromiso con la plurinacionalidad de Sánchez, siquiera porque a la fuerza ahorcan con Vox al acecho.