Se dice por ahí que el gran regalo de la Pascua es la esperanza; será la de que en dos meses y medio arribe un verano de los buenos. Por lo pronto, hemos sobrevivido a una Semana Santa que ha reabierto las llagas de viejos conflictos a propósito del urbanismo vitoriano, los viñedos alaveses, los rescoldos del terrorismo en este país y la sátira religiosa en el Estado. Vaya cirio, sí. 

Por empezar con lo más cercano, se anuncia recurso municipal a la condena al Ayuntamiento de Gasteiz por no haber dado respuesta desde 2010 al proyecto de reparcelación de ese sector 17 en Uleta donde los propietarios pretenden levantar 294 chalets. Se augura un largo contencioso en el que se dirimen eventuales indemnizaciones –que los particulares elevan a más de 30 millones– y la viabilidad del nuevo plan de ordenación urbana, cuya filosofía de crecimiento endógeno de la ciudad choca con ese desarrollo urbanístico en suspenso tras trece años sin ejecutarse. Nadie vislumbra el desenlace –incluso negociado– de esta pugna judicial que involucra, en aras al interés general con soporte jurídico municipal, a tres alcaldes de otras tantas siglas. 

Bastante más luz empieza arrojar la Justicia sobre el porvenir de Viñedos de Álava ante el fallo del TSJPV que suspende el permiso provisional del Gobierno Vasco para vender vino. El meollo radica en la asunción del perjucio tanto reputacional como económico y de la confusión en el mercado que esgrime la DOC Rioja, alineada con el Ministerio de Agricultura a la espera del veredicto de la UE. El recurso de ABRA mantiene el pulso jurídico, si bien este contexto dificulta la suma de más bodegas que las cinco pioneras, dolidas al sentirse cautivas de intereses ajenos.  

Aunque para dolorosa, la polémica suscitada en Galdakao, también por salpicar a un referente de la memoria histórica como Aranzadi. Más allá del caso concreto, cómo no rechazar la aberración de mezclar con sus victimarios a las víctimas de la mayor vulneración de derechos humanos, el asesinato. Una afrenta agravada por la ralea de los miembros de ETA concernidos, protagonistas de actos execrables de los que en absoluto se arrepienten. Sigue resultando exigible el mínimo de humanidad reclamado contra la dispersión penitenciaria o la tortura; pero sin tergiversaciones, equiparaciones, ni equidistancias.  

El cuadro de heridas sangrantes en Semana Santa se completa con el gag de un programa de TV3 sobre la Virgen del Rocío, una burla pretendidamente transgresora tan impostada como la hiperventilación del esencialismo de guardia. Oportunidad para reivindicar primero la libertad de expresión –también para criticar la sátira cuando degenera en una burda provocación– y siempre el humor inteligente basado en la ironía que nos hace mejores porque agudiza el ingenio. Bien entendido que tomarnos a broma de vez en cuando resulta de lo más sanador como autoterapia.